Requisitos para ser presidente y diplomático

Las recientes declaraciones del presidente de Colombia respecto a asuntos internos del Perú revelan ignorancia, falta de preparación e incompetencia en el conocimiento de preceptos y normas vigentes en la comunidad internacional. El Congreso de la República del Perú, el Poder Ejecutivo a través de la Cancillería y la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, así como un selecto grupo de diplomáticos peruanos en situación de retiro, han manifestado su rechazo a esta conducta inapropiada de este jefe de Estado de una nación amiga.

Actitudes díscolas -rebeldes a normas de derecho internacional- nos debe llevar a reflexionar sobre el nivel académico y formación humanista de algunos dirigentes de países latinoamericanos, que han caído en deficiencias en inclinaciones o interpretaciones ideológicas.
Con respecto al Perú se ha planteado en el Congreso la modificación de la Constitución, a fin de que no puedan postular a la Presidencia de la República y ejercer la función pública los condenados por terrorismo, tráfico de drogas, corrupción, violación sexual, homicidio y trata de personas.

El hecho de haber tenido once presidentes en los últimos 23 años, demuestra que algo anda mal en nuestro sistema de elegir. Esto se puede resumir en dos aspectos fundamentales: el primero es que no pudimos establecer requisitos de capacidad y calidad de los candidatos. A ello se suma que en el Perú las elecciones son obligatorias, contradiciendo el principio y fin de toda democracia que es la libertad de participar en un acto político.

Esto último ha contribuido a que prevalezca el antivoto. Es decir, que no se decide a favor de su candidato por considerarlo idóneo, sino que hay una masa de personas, generalmente desinformadas, que prefieren expresar protesta.

Las prohibiciones pretenden garantizar la idoneidad, pero no garantizan la capacidad para ejercer función pública. Ello nos ha llevado a tener una democracia deficiente en la que no está permitida la reelección del presidente, en tanto que el Parlamento puede vacarlo y elegir a otro jefe de Estado, que no es generalmente una persona siquiera conocida. La reelección de un jefe de Gobierno que es normal en países como Alemania, o los Estados Unidos, es más bien una garantía de que pueda ser sometido a juicio popular, y resulta un incentivo para ser un buen gobernante.

Debemos poner igualmente énfasis en los requisitos para ser candidato: hoy, como quedó demostrado con Pedro Castillo, podría ser presidente una persona de la que no conocimos anteriormente sus capacidades, por falta de una trayectoria política que pudimos previamente evaluar. Por ello es necesario que no solo nos limitemos a prohibir en el ámbito de requisitos para postular, sino en establecer estándares mínimos:

a.- Haber ejercido un cargo público por un periodo mínimo de cuatro años. O dos años como electo, que es el caso de alcalde, gobernador, congresista o incluso parlamentario andino.

b.- Tener un título profesional, adicional a un grado académico. Y haber concluido estudios de gobernabilidad o similares en el Perú o en el exterior (como en la ENA - Escuela Nacional de Administración de Francia). O haber trabajado en un organismo internacional en un cargo electo o profesional, por cuatro años.

Es importante que quien personifique la Nación frente a la comunidad internacional, tenga experiencia en ese ámbito. Hoy los requisitos para ser presidente son menores que para ser postulante a la Academia Diplomática, lo que ha determinado que la gobernabilidad y la imagen del Perú ha recaído en gran medida a diplomáticos y actores de experiencia internacional.

El cuestionable nivel de algunos gobernantes en Latinoamérica ha determinado que los intelectuales, escritores y académicos hayan sido excluidos. O ellos mismos se apartaran del quehacer político. Estamos en una era disruptiva en las relaciones internacionales, lo que demanda estar preparados para tomar a distinto nivel –y con apoyo de la inteligencia de peruanos- iniciativas que se convertirán en una constante lucha por preservar el prestigio y los intereses permanentes del país.

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