Respaldo, acatamiento y sobonería
Toda crisis en la historia siempre ha requerido un líder que comanda e inspira. Bajo su guía, se triunfa o fracasa. No existen premisas exactas que aseguren el éxito más allá de la habilidad de ese líder para conseguirlo.
Lo demostró Sun Tzu al emplearse como general del reducido ejército bárbaro del estado de Wu que vence al de Chu, más numeroso y organizado. Hasta entonces, siglo V antes de Cristo, se valoraba la cantidad de hombres armados. Sun Tzu prueba en “El arte de la guerra” algo que Mahatma Gandhi repetiría centurias después: la experiencia no suple a la inteligencia. Ergo, cada batalla requiere una estrategia particular bajo reglas variables y sólidamente defendida por el líder.
Pero liderazgos supremos como el de Aquiles también tuvieron su talón fatal. No estaban predestinados a la infalibilidad absoluta aunque sus extraordinarios logros les otorgará esa apariencia. Desde Alejandro Magno, Julio César, Napoleón o Adolfo Hitler, la historia demuestra que a veces una curva equívoca o una rebelión incontrolada altera la senda del destino manifiesto.
Por ello en las democracias, los conductores no imponen su racionalidad irrefutable ante una crisis sino que se arriesgan a debatirlas y ganarlas dentro del sentimiento popular. Franklin D. Roosevelt tuvo que enfrentar severamente el pregón de Charles Lindenbergh –el primer hombre en cruzar el Atlántico, famoso y querido en los Estados Unidos de los años 30 del siglo pasado– quien apostaba por aislar a su país de la segunda guerra y respaldaba a Hitler.
Qué decir de Winston Churchill resistiendo las intrigas del vizconde de Califax para negociar la paz con la Alemania nazi, cuyos detalles más explícitos los encontramos en “Las horas más oscuras” de Anthony McCarten y la película del mismo nombre. Sobran los ejemplos.
Digo esto en relación al papel de los peruanos frente a su conductor, Martín Vizcarra, en este momento aciago de la expansión del coronavirus. Papel que –como corresponde– está centrado en el respaldo y acatamiento a las medidas que dicta y ejecuta su gobierno, por muy duras que sean.
Sin embargo, otro es el extremo de la sobonería más ramplona que surge en paralelo mediante troles unificadores de mensajes de endiosamiento político a Vizcarra en las redes sociales, la vapuleada a expertos en epidemiología que expresan sus críticas a los procedimientos del sistema de salud o el reguero de insultos por cuestionar a un trol ilustrado y nombrado nuevo ministro de Salud.
Toda emergencia requiere un mínimo sentido de unidad para enfrentarla igual que oídos oficiales a lo que se puede hacer mejor. Pero que lo sepa bien Vizcarra: los sobones de hoy serán sus verdugos de mañana. También eso es la historia.