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Respirar agitadamente

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Fecha Publicación: 02/01/2023 - 23:10
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Comparto estos pensamientos porque pueden ser de utilidad y hasta podrían salvar vidas. Esto no es “fake news”. Son observaciones basadas en mi propia experiencia que pueden ser comprobadas por cualquier persona.

La caminadora que usaba para ejercitarme en los años 90 monitoreaba el tiempo, la distancia recorrida y el ritmo cardiaco. Un día, al terminar de ejercitarme, me percaté que mis latidos se aceleraban de 140 a 180 latidos por minuto, lo cual me pareció contradictorio: ¿por qué se acelera mi corazón si ya terminé de hacer ejercicio?

Analizando lo ocurrido me di cuenta de que yo respiraba al ritmo de la caminata y que, al terminar de caminar, bajaba el ritmo de mi respiración, sin pensarlo. Entonces hice el siguiente razonamiento: 1) la cantidad de oxígeno que circula en la sangre depende, entre otros, de la suma de dos factores: la frecuencia de latidos del corazón y el ritmo respiratorio; 2) puedo acelerar mi respiración a voluntad, pero mi ritmo cardiaco se ajusta automáticamente, dependiendo de la demanda de oxígeno de mi cuerpo; y 3) por ello, al bajar mi ritmo de respiración después del ejercicio, mi corazón se acelera automáticamente, para compensar la menor frecuencia respiratoria.

Al día siguiente, después de terminar los ejercicios, probé seguir respirando al ritmo que tenía mientras me ejercitaba, es decir agitadamente, por algunos minutos y ¡Eureka! mi ritmo cardiaco no se aceleró sino, más bien, empezó a bajar. Así encontré la única forma que conozco de bajar mi ritmo cardiaco después de ejercitarme y debo hacerlo, porque no puedo evitar que las señales acerca de las necesidades de oxígeno en mi cuerpo demoren en generarse y procesarse y, por lo tanto, que, si no mantengo el ritmo rápido de respiración, mi corazón se acelere mientras esas señales le llegan.

He escuchado desde hace mucho tiempo casos de personas que sufren infartos justo al terminar alguna actividad física. Es probable que les haya ocurrido lo mismo que a mí; que bajaron el ritmo de su respiración al terminar de hacer algún deporte y se les aceleró el corazón. Más aún, es posible que, al sentir acelerarse su corazón, hayan buscado tranquilizarse, respirando a un ritmo aún menor, llegando inclusive a sentarse o echarse y, de esa forma, hayan obligado a su corazón a esforzarse aún más, empeorando la situación.

Un razonamiento similar se puede aplicar al empezar una actividad física. Es común que uno “pierda el aliento”, por ejemplo, al subir rápidamente unas escaleras. En mi experiencia, eso se evita si uno empieza a respirar agitadamente justo al empezar la actividad, antes de que el cuerpo exija más aire.

No pretendo con este texto dar cátedra sobre un tema que mejor podrían tratar especialistas. Solamente busco compartir mis observaciones, esperando que sean de utilidad y contribuyan a reducir malas experiencias que pudiesen llegar a ser fatales.