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Romper el círculo de las relaciones abusivas

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Fecha Publicación: 12/02/2025 - 22:20
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Dentro de las relaciones humanas nos encontramos con diferentes perfiles de personalidad, entre los cuales encontramos a mujeres y varones sumisos, porque son dependientes emocionales. En el otro extremo, nos enfrentamos con personas abusivas, agresivas, dominantes y manipuladoras, que imponen su punto de vista sin medir las consecuencias, además de ser egoístas e impulsivas. Estas personalidades no aparecen de un momento a otro, sino que se siembran y cosechan en el núcleo familiar, formando individuos dependientes y abusivos con un pronóstico reservado. Por ello, es fundamental trabajar en la personalidad desde la niñez, detectando qué problemas han internalizado sin resolver y que los han llevado a establecer relaciones de pareja disfuncionales.
Los siguientes casos que voy a graficar muestran personalidades disfuncionales.
El primer caso trata de una pareja con cuatro hijos. Desde joven, el esposo tuvo problemas de personalidad por ser agresivo y dominante, maltratando a su esposa e hijos. Nunca pudo romper el círculo del abuso, a pesar de haber recibido apoyo para trabajar estos problemas en unión con sus hijos. Sin embargo, los intentos no dieron resultado, ya que la esposa lo perdonaba y le daba nuevas oportunidades sin éxito. Con el tiempo, el esposo comenzó a sospechar que su esposa tenía relaciones incestuosas con el hijo mayor. En lugar de conversar, aclarar sus dudas o buscar ayuda, actuó impulsivamente y la apuñaló en la calle, frente a la gente y sus propios hijos. Como consecuencia, los hijos quedaron sin padre ni madre. Durante el juicio, el agresor aceptó su responsabilidad y confesó que siempre había sido una persona desconfiada, celosa e insegura, con un concepto equivocado de la mujer, lo que lo llevó a cometer el crimen. En la actualidad, se encuentra privado de libertad y asiste a grupos de apoyo para enfrentar sus demonios internos. También participa en terapias psicológicas y religiosas, buscando llenar su vacío espiritual a través de la relación con Dios, quien le brinda paz, paciencia y tolerancia consigo mismo y con los demás.
El segundo caso se refiere a un matrimonio con un hijo. El esposo era adicto e indujo a su esposa al consumo de drogas. Además, obligaba a su hijo a armarle los cigarrillos con sustancias ilegales; de lo contrario, no los sacaba a pasear. Se había formado un círculo vicioso en el que la esposa no tenía a dónde ir y se sometía al maltrato, las vejaciones y el consumo forzado de drogas. Un día, al no soportar más, pidió ayuda a una familia que asistía a mujeres con hijos víctimas de violencia doméstica. La acogieron con los brazos abiertos y, con intervención de la autoridad policial, la fiscalía y el juzgado, logró dejar a su esposo de manera definitiva. Él perdió la patria potestad por ser un mal ejemplo para su hijo. La mujer logró romper el círculo con fuerza de voluntad y el apoyo de la familia que la ayudó en el aspecto legal y espiritual. Nunca más supo del paradero de su esposo. Comenzó a trabajar en la comunidad que la acogió, su hijo empezó a asistir a la escuela y ella estudió educación, especializándose en el rescate de familias que se encontraban en la misma situación que ella. Actualmente, dirige un centro de acogida para mujeres con hijos que no han podido romper el círculo de la dependencia, logrando resultados satisfactorios.
¿Cuál es el efecto psicológico en estas personas sumisas que no pueden romper el círculo? Se trata de una profunda dependencia emocional, donde no encuentran alternativas de ninguna naturaleza. Se sienten incapaces de salir adelante, sostenidos por un hilo que en cualquier momento puede romperse. Tienen un pobre concepto de sí mismos, sin voz ni voto, y no toman decisiones porque creen que no pueden lograr nada o que nadie los escuchará. Además, la falta de dinero agrava su situación, por lo que su lema suele ser: “Mal con él, peor sin él” o “Mal con ella, peor sin ella”. Muchas personas han llegado al suicidio porque no han encontrado sentido a la vida. Lo que los invade es un vacío profundo, hasta el punto de sentir miedo de pedir ayuda por temor al rechazo. Sin embargo, esa limitación está en la estructura de su mente.

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