Rosas para el Congreso
¿Se acuerdan de las rosas de Galarreta? Bueno, formaron parte de una campaña de desprestigio dirigida contra el Congreso por la colombiana Clara Elvira Ospina desde el medio de comunicación que en su tiempo regentaba. Se trataba de sendos “informes” que daban cuenta de que la Mesa Directiva dirigida en ese entonces por el hoy parlamentario andino había hecho compras por miles de soles de buquets de rosas para eventos protocolares y solaz de las oficinas palaciegas del Congreso. De lo que se trataba en ese momento era de desprestigiar lo más posible a una institución a la que los caviares detestaban porque tenía una mayoría que iba contra sus intereses. De nada sirvió el sentido común de las explicaciones que aclaraban los montos que la colombiana cazurramente había deslizado como mensuales, ni que una institución como el Congreso necesita gastar como parte del protocolo para recibir a autoridades extranjeras como nacionales. Así se estila en todos los países del mundo y el Perú no tenía por qué ser la excepción.
Pero eso no importaba. Detrás estaba la agenda desestabilizadora de los caviares que hoy vuelven a la carga, esta vez con el caso “bufet”. Hoy como ayer se crea un escándalo sobre un tema que siempre se ha dado en el Congreso, como lo aseguran varios exparlamentarios: un bufet para los días del pleno que no son más de uno o dos a la semana. ¿No sabían esto los cronistas parlamentarios de los medios que sacaron el “escándalo”? Que quede bien claro que el propósito de los chapuceros reportajes de “investigación” sobre el tema no tienen por objeto defender el bolsillo de los contribuyentes. Eso les importa un bledo. El objetivo es crear una indignación pública sobre un tema tan delicado como la comida. Y tras ese objetivo está la agenda máxima caviar: que el Congreso se autodisuelva y se adelanten las elecciones. Como no lo han podido lograr luego de que el golpista y caco Pedro Castillo cayera por sus propios yerros, luego de haber presionado por semanas por un adelanto de elecciones a raíz de las protestas promovidas por sendero Luminoso, los caviares han vuelto al viejo esquema que ya antes les dio resultados: generar indignación y odio para que este se traduzca en algaradas callejeras como las que se tumbaron a Merino mientras los congresistas eran aporreados en las puertas del Congreso (¿se acuerdan del puñete que le cayó en la cara al parlamentario Burga y del cono en la cabeza a Tubino?). Ya viene también el seguro que todas las entidades públicas tienen más allá de la cobertura de EsSalud y el de los contratos de celulares, no importa, cualquier cosa es buena para pintar a los congresistas como monstruos y al Congreso como el responsable de la crisis política y social que vive el país y que, dicho sea de paso, tal como dije en mi anterior columna, va decreciendo a ritmo de carnavales.
Lo que no logro entender es la típica reacción del Congreso y sus autoridades: echarse para atrás y “revisar” el tema. Es estúpido e inconducente. No dio resultado antes con las flores ni con las computadoras (¿se acuerdan de las computadoras de Luz Salgado y Chevasco? ¿En qué quedaron? EN NADA). Tampoco dará resultado ahora que rescindan el contrato con el proveedor de los bufets del Congreso (que si a mí me hacen eso presento una demanda millonaria por daños y perjuicios). Entiéndalo bien señor Williams y compañía: es una campaña de desprestigio que no se detendrá hagan lo que hagan salvo irse a su casa y adelantar las elecciones. Porque, además, los caviares tampoco quieren que los investiguen por los 700 millones en consultorías en el Minedu y harán lo imposible para que ello no ocurra. Los caviares están en guerra. Sería insólito que el Congreso la pierda después de tanta experiencia acumulada con las mismas patrañas y con un general hoy a la cabeza de su mesa directiva.
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