Ruta Sur
Era el paseo que necesitaba. Lo anunció una afectuosa y amigable invitación, recibida y agradecida de igual manera. Fue un día tan especial que al estar de regreso en casa haciendo un repaso de lo tanto que fue compartido, visto, oído, comido, bebido y disfrutado, que en primera me dije: Cores, te cayó como rubí al dedo. Y sí, era correcta la consideración, porque todas las horas de ese sábado desde el momento que me recogieron Alejandro Nakamura y María Salas de Nakamura hasta cuando estuve de regreso en casa me duró la satisfacción tenida en el paseo que nos tomó prácticamente todo el día. Poco después del alba estábamos en camino a la primera escala, el terminal para tomar el ómnibus a Cañete. Largo recorrido viendo paisajes cambiantes que en tres años de no verlos recibieron esa avanzada imparable sobre arenales y tierras de cultivo que dejan de serlo para convertirse en próximas, ya ofrecidas y prácticamente lotizadas, urbanizaciones en las que es más que posible no se haya planteado crecimiento vertical. Llegamos a Cañete, cambiamos al bus que nos llevó a Imperial, de allí en el taxi con conversador chofer hasta Túnel Grande. Nos deja en la puerta de la casa familiar donde se celebraría el lucido festejo que Rossana Montoya había organizado por el 83 cumpleaños de su mamá Hermelinda Salas Orellana. Festejo para el que pusieron la nota con cuidados detalles de decoración tratada con leves cortinados blancos, flores en armoniosos arreglos, lindos farolitos y largas guirnaldas de lucecitas que esperaban la noche para prenderse junto con los ordenados focos que dieron programada luz a la pista de baile que se animaba con el variadísimo repertorio del Grupo Cenizas.
A poco de llegados, apareció la muy querida dueña del cumpleaños, se instaló en su cómodo sillón y recibió el saludo de todos los invitados. Las finas atenciones empezaron con el cóctel de maracuyá y el champú de guanábana que llevó María. Para el almuerzo muy buena papa a la huancaína y sopa seca fueron introducción a las atenciones que no terminaron hasta el domingo con el obligado chicharrón mañanero reparador de fuerzas y continuador de la antigua costumbre.
Me acerqué a doña Hermelinda, para pedirle me permitiera hacerle una foto con su prima María de Nakamura y Olinda de Salas. Gustosa aceptó la única hija viva de los siete que fueron del matrimonio de Genaro Salas Velásquez y su esposa Hipólita Orellana. Más tarde María me cuenta de la bisabuela Valentina Velásquez, hermosa arequipeña; tiene un recuerdo de su abuelo José Salas que trabajó en la construcción de Palacio de Justicia, en Lima. Vino a Cañete se dedicó a la agricultura, primero tubérculos luego cereales y más tarde abrió el proyecto de la construcción de una galería comercial, que lamentablemente no llegó a puerto. Llegó la hora de partir pusimos proa al norte, repetimos el viaje a Lima, escuchando esa lástima por las tierras dedicadas al cultivo del algodón ahora abandonadas y pronto encementadas sobre las que sólo quedara el recuerdo del olor de los algodonales. Ya no alcanzamos a ver a los sobrinos que llegaron de Francia y Alemania y disfrutaron los chicharrones del desayuno.
El jueves 18, más cerca estuvo Ilusionista, acogedor pequeño espacio para café, dulces y salados en José González 473, altura 10 de Larco, Miraflores. Lo descubro por la invitación del bellasartino Alejandro Alcázar para acompañar la inauguración de “Luz Zenital”, su exposición trabajada sobre cartulina Cezanne para acuarela que también ofrece buen soporte para la tiza pastel con que Alejandro da cuerpo y color a sus bañistas que en Ilusionista tienen perfecta iluminación y cabida. Rafo León escribió la presentación. Va hasta el 17 de junio. Vaya por café y pintura.
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