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Sagasti merece ser investigado

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Fecha Publicación: 15/07/2021 - 00:00
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El régimen Sagasti (al cual, con toda justicia, Mario Vargas Llosa le enrostra favorecer la candidatura de Pedro Castillo, quien postula por el partido comunista Perú Libre; a su vez envuelto en un presunto y gigantesco fraude en mesa), engaña al país respecto a la vacunación. Prometió aplicar 15 millones de dosis hasta este mes. Sin embargo, apenas van cuatro millones de viales. ¡Menos de la tercera parte! Asimismo, continúa utilizando las inútiles vacunas chinas, causantes del fallecimiento de muchos médicos inoculados con ese suero oriental (aún no existe estadística que lo respalde), además de sabe Dios cuántos mortales más cuyas vidas ha segado la incompetencia/crueldad de este gobierno por inyectarles aquella vacuna vil, conociendo que, salvo China, la ciencia internacional descarta la utilización de este producto por su probada ineficacia; aparte de las sospechas que existen sobre probables daños colaterales.
Según el influyente medio alemán Der Spiegel, Perú es el peor país del planeta en el manejo de la pandemia Covid. No es novedad. Antes lo calificó igual la cadena BBC. Sagasti no tiene escapatoria. Se negó a zanjar responsabilidades con Vizcarra cuando recibió las riendas del régimen como delegado del Congreso. Con ello asumió el activo (inexistente) y pasivo (monumental) de su antecesor. La verborrea vacía caracteriza a toda la gestión Sagasti. La compra de vacunas ha sido más bien consecuencia de que el mundo occidental las facilitó vía donaciones y/o preferencias a aquellos países que, como el Perú, exhibían estadísticas patéticas fruto de la temeridad de sus gobiernos.
Por más que la prensa corrompida insista en seguir lavándole la cara al régimen caviar que encabeza Sagasti –escondiendo la realidad tras una catarata de palabrería hueca de Sagasti y sus impresentables ministros- los pocos medios independientes informan la realidad. Una de ellas son esos miles de ciudadanos –mayores de edad- que hacen cola en la calle desde la madrugada –en plena inclemencia de un particularmente frío invierno- para ser vacunados. La mayor parte retorna frustrados a sus hogares porque los responsables de inocularlos llegan tarde y se van temprano. Nadie en este régimen se preocupa por abrir turnos de 16 horas diarias. Allá la gente; que se enferme en las calles –bien por contagio, bien por enfriamiento-, que pague pasajes dos, tres o cuatro veces y que sigan indignándose en medio de el volcán de malestar socioeconómico en que se ha convertido este país. Pero el miserable Vizcarra no solamente se vacunó en secreto meses antes que la ciudadanía, sino que se hizo aplicar una tercera dosis de Sinopharm, sabedor de su inefectividad. ¡Y encima, recibió dos viales de Pfizer!
La vacuna es la única solución mundial para contener una plaga que ha matado, hasta ahora, al menos a 200,000 peruanos. No hay cura. Ojalá pueda descubrirse algún día. Pero en vez de abocarse a crear un excelente proceso de vacunación, Sagasti apela a la facundia charlatana, preocupado por alcanzar la elección fraudulenta de Castillo. La cuarta ola es ya una realidad y todo indica que la variedad Delta será más desoladora.

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