Sagasti, promotor de Castillo
Fuimos, hasta no hace mucho tiempo, un país de opereta, pero hace ya una década que perdimos la denominación “país”, para convertirnos en una vulgar tribu que ocupa el territorio que, hasta entonces, le correspondía a una nación algún día llamada Perú. Hoy manda un entramado de mafias en este peligrosísimo submundo infestado de un cáncer caviar, cuya metástasis incorpora al comunismo en una de sus variedades más primitivas, cruentas y salvajes, como los sangrientos senderismo y emerretismo. Dos bandas criminales a las cuales, en 1992, aplastó la entonces nación peruana. Aunque luego fueron reivindicadas y potenciadas por una mafia caviar, gracias al incondicional apoyo de la llamada clase acomodada peruana. Una especie siempre acostumbrada a endosarle a terceros, en ese caso a los mefistofélicos caviares, la conducción del país, permitiéndoles infiltrarse en los espacios estratégicos del Estado para gobernar desde ahí como titiriteros de los malos políticos que elige el pueblo, recibiendo por ello pagos millonarios –vía sueldos, consultorías, etc.– sufragados por el contribuyente.
Como consecuencia de esa inconstitucional delegación de facultades, Perú dejó de ser un país democrático, convirtiéndose en un enclave primario donde prima la anarquía trajeada de ilegalidad, administrada como negocio propio por la casta caviar que opera bajo la ley de la selva. Espacio propicio para que funcione a la perfección aquello de “a mis amigos, todo; para mis enemigos, la ley.” ¡Acá las normas ofrecen de todo y para todos! ¡Incluso para extranjeros! Cumplidos 18 años y con dos años de residencia en el país, pueden elegir y ser elegidos como “autoridades peruanas”. Tan necia es esta casta caviar que, en plena indecisión electoral, Reniec promulgó un Registro Electoral de Extranjeros Residentes para fomentar que foráneos postulen y/o elijan a alcaldes y gobernadores regionales en octubre próximo, estando incapacitada para darle certeza a los actuales comicios que permanecen inconclusos y severamente cuestionados.
De otro lado, haciendo gala de enorme desprecio por la Constitución –y empatía con la izquierda caviar que lo colocara en palacio de gobierno– el encargado del despacho presidencial Sagasti hace lo que le venga en gana, engañando al público con su carita cínica. Primero pisotea la ley electoral apelando a artes ilícitos para apoyar a Castillo, candidato que engañara al Jurado Nacional de Elecciones entregándole una hoja de vida falsa. Y segundo, califica públicamente como “ejemplares” las más cuestionadas elecciones de nuestra historia republicana donde, además del masivo fraude en mesa, un comunista y defensor de terroristas –como el partido que postula a Castillo– preside el JNE, ejerciendo un indebido doble voto; y asimismo, suspende a un integrante del Jurado estando prohibido por ley. En suma, Sagasti procede descaradamente como alabardero del triunfo de Castillo, ícono de ese comunismo que impone el Foro de Sao Paulo como estilo de gobierno para toda Latinoamérica. Inclusive Sagasti se da maña para pedirle a Vargas Llosa que intervenga ante Keiko Fujimori para hacerla reconocer que ya perdió la contienda.
Esto sólo ocurre en países bananeros, amable lector. En republiquetas tribales adonde reina la ilegalidad y la prepotencia dolosa.
Para más información, adquiere nuestra versión impresa o suscríbete a nuestra versión digital AQUÍ.
Puedes encontrar más contenido como este siguiéndonos en nuestras redes sociales de Facebook, Twitter e Instagram.