Santa Rosa de Lima, de América y de Filipinas
El de 30 de agosto de cada año, como hoy, recordamos a Santa Rosa de Lima, la primera santa del Perú y de América. Aunque quiso ser monja, su padre Gaspar Flores, arcabucero en la guarda del quinto virrey, Don Francisco de Toledo (1569-1581), no la dejó a pesar de contar trece hijos –Santa Rosa era la cuarta- con la criolla María de Oliva. Igualmente, Isabel Flores de Oliva, su nombre de pila, ingresó como Terciaria de la Orden de los Dominicos, siguiendo el ejemplo de Santa Catalina de Siena, mística toscana del siglo XIV que abrigó su vida a la causa dominica. A la edad de 12 años se trasladó con su familia para el bellísimo valle de Quives, donde recibió el sacramento de la Confirmación (1597) del segundo arzobispo de Lima y no menos trascendente personaje de nuestra historia religiosa virreinal: Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606). La entrega a Dios por parte de Santa Rosa, se hizo visible en sus mortificaciones. Son conocidos los reportes de sus extendidos ayunos y penitencias en la referida ermita que construyó en su propia casa donde pasaba horas orando y de su dedicación por los enfermos y los pobres de Lima. Consciente de su belleza, ella misma buscaba ensombrecerla para solamente agradar a Dios, y de su hermosa tez dio cuenta el retrato póstumo que le hizo en lienzo el artista italiano Angelino Medoro, pintado tan solo a las pocas horas después de su fallecimiento a los 31 años -Había nacido el 20 de abril de 1586- víctima de la tuberculosis que le debieron contagiar los enfermos que asistía. Su entierro fue el funeral más notable y concurrido del virreinato. Lima quedó paralizada durante sus exequias y vinieron de todas partes de la región y del continente para el día de su sepultura, haciendo eco hasta en la propia Corona y en sus vastos territorios en diversas partes del mundo llegando la noticia de su deceso hasta Filipinas. En vida había ganado fama por sus milagros y por eso la muchedumbre desde el mismo día de su muerte -el 24 de agosto de 1617-, la quería en los altares, lo que hizo el papa Clemente X, canonizándola en 1671. Su tumba se encuentra en la parte baja de la Sala Capitular del Convento Santo Domingo -Centro Histórico de Lima- donde también reposan los restos de San Martín de Porres (1579-1639), su coetáneo, aunque no hay certeza de que se conocieran. Es Patrona en Perú, Filipinas, Venezuela, Argentina y en muchos otras partes del globo.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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