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Saquen a la gallina que come huevo, aunque le quemen el pico

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Fecha Publicación: 09/08/2024 - 22:00
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La alianza de China con el régimen de Nicolás Maduro constituye un verdadero desafío para la geopolítica de América Latina. El respaldo a la dictadura venezolana, lejos de ser una maniobra política, revela el deliberado interés de China por asegurar su influencia y accesos a recursos estratégicos, aún cuando ello implique apoyar un régimen señalado a nivel internacional por su flagrante desprecio hacia los principios democráticos y los derechos humanos.
Históricamente, China ha buscado socios estratégicos en América Latina adoptando una actitud precavida respecto a los asuntos internos de los países de la región. Esta postura de enfocarse en fortalecer relaciones económicas y comerciales sin influir políticamente ha permitido a China expandir su presencia sin provocar mayores tensiones con otras potencias globales. No obstante, el firme soporte a Maduro representa un cambio de paradigma, manifestando una clara disposición de China para desafiar la influencia estadounidense en lo que se considera su “patio trasero”, un viraje que podría traducirse en consecuencias duraderas para la comunidad internacional.
El codiciado premio para China en esta relación es el acceso y control sobre los abundantes recursos naturales de Venezuela, entre los que destaca El Esequibo –llamada la próxima Dubái–, un territorio rico en minerales críticos, como oro, cobre, diamantes, hierro, bauxita, manganeso, gas natural, uranio y petróleo, y fuente de una añeja disputa con la Guayana. La inversión en sectores clave como infraestructura, telecomunicaciones y tecnología evidencia este interés, con empresas chinas como ZTE jugando un papel crucial en la implementación de infraestructuras de control social como el “carnet de la patria”, a cambio de inversiones millonarias. Esta dinámica ha transformado a Venezuela en un actor geopolítico de gran valor para China en su competencia por la influencia en América Latina frente a Estados Unidos.
Además, la relación entre ambos países se ha tornado cada vez más simbiótica, como refleja el intento de Venezuela de saldar su deuda con China, marcando una dependencia financiera significativa. La movida del 2023 de Venezuela al contratar a Rothschild & Co. para la reestructuración de su deuda externa por US$154.000 millones resalta las complejidades financieras y las conexiones globales que enmarcan esta relación. La familia Rothschild, conocida como los gobernantes financieros de las naciones, está en China desde 1972, gracias a Henry Kissinger, lo cual podría explicar su interés por mejorar su posición bursátil en Washington. Hoy en día, la situación de crisis interna y el default financiero deja a Maduro a merced de China.
Pese a la conocida postura de China contra la corrupción dentro de sus fronteras, que incluyen las sentencias de muerte, su tolerancia hacia las prácticas del régimen de Maduro destaca una contradicción que no pasa desapercibida. Dada la firmeza de países como Chile, Colombia y Brasil, manifestando su rechazo hacia el régimen venezolano, pidiendo transparencia electoral y condenando la represión, muchos políticos destacados afirman que Maduro está falsificando las actas electorales con ayuda de los chinos y la AI. Si China continúa su respaldo incondicional hacia Maduro, hará creciente su aislamiento.
En este contexto, el régimen de Maduro se asemeja a una gallina que come huevo, aunque le quemen el pico, obstinada en sus hábitos perjudiciales, representando una amenaza constante para las relaciones internacionales en América Latina. China, por su parte, enfrenta el riesgo de destruir su propia reputación y sus futuros vínculos en la región si persiste en su apoyo. La necesidad de una nueva diplomacia en América Latina es evidente, una que eleve nuestros valores compartidos y supere las divisiones políticas transitorias.

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