Se dice TERRORISMO
Mientras muchos peruanos descansan plácidamente durante el feriado, el mandatario de la República de Sarratea se burla de la tradición y cultura peruana. Una falta de respeto absoluta disimulada bajo el paraguas de la inclusión y de la reconciliación. Más típico de la izquierda progresista no puede ser lo que el presidente Pedro Castillo está proponiendo con el cambio de la fecha 30 de agosto.
Ayer (martes), como todos los años, en el Perú se celebra el día de Santa Rosa de Lima quien ostenta los siguientes títulos: Patrona de Lima, del Nuevo Mundo y las Filipinas. Además, es patrona de institutos educativos, policiales y armados del Perú, Venezuela, Paraguay y Argentina. Estos laureles los lleva nuestra patrona desde 1667. Pero a Pedro Castillo eso no le importa.
El paupérrimo mandatario que nos guía hasta la zozobra ha propuesto que el día 30 de agosto sea, a partir de ahora, “Día Nacional de las Personas desaparecidas durante el Periodo de violencia de 1980 – 2000”. Recalco por si pasó desapercibido: “PERIODO DE VIOLENCIA”.
Castillo demuestra, entonces, que su proceso de metamorfosis está por terminado y está floreciendo en una hermosa mariposa caviar. ¿Quién más que ese desquiciado colectivo estaría detrás de destronar una celebración religiosa y cultural para conmemorar a los fallecidos durante el terrorismo? Ojo, no me refiero solo a los valerosos policías y militares, quienes sí merecen ser reconocidos todos los años, sino que, cuando los zurdos hablan de “conflicto armado” o de “periodo de violencia”, están recordando también a los “pobrecitos” terruquitos que solo querían reclamar lo que era suyo. Un ejemplo de esto ya lo vimos con el infame monumento “El Ojo Que Llora”.
A mi parecer, y estoy seguro de que muchos comparten esta opinión, con los terroristas no hay perdón, no hay amnistía, no hay reconciliación. El que le declara la guerra a su país pierde el derecho a ser recordado como una víctima, como un oprimido, como un mártir. El gran problema está en que la izquierda se ha apoderado de la corrección política, del discurso y de la narrativa. Son este tipo de alteraciones de nuestra orgullosa cultura nacional las que desencadenan una distorsión de la historia que, finalmente, va a terminar beneficiando a los mismos izquierdistas que hace apenas unas décadas representaban la mayor amenaza para el país.
Es irónico que los mismos abanderados del lema “con memoria y dignidad” sean tan miopes con la historia no tan lejana. No podemos permitir que se apoderen de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de nuestra historia.
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