Se impuso el contraataque traicionero
No era amor al chancho sino al chicharrón. La izquierda y la progresía caviar entraron en pánico cuando el Congreso vacó al imputado por corrupción y falsario Vizcarra. En juego estaban los multimillonarios trasiegos de dinero suyo, amable lector, disfrazados de avisaje para el consorcio mediático de la corrupción. Asimismo de montos siderales del mismo dinero público para comprar voluntades vía la corruptela de la consultorías. Los progre-caviares viven de una exacción de fondos estatales que superan los cuatro mil millones de soles anuales. El problema fue que Manuel Merino no forma parte del clan mafioso que usa esos fondos del Estado para comprar líneas editoriales, lo mismo que conciencias de opinólogos. La abrumadora elección de Merino -por prácticamente todas las bancadas congresales- fue un shock para la camorra progre-marxista-caviar. ¡Había que tumbárselo! El leit motiv: ¡Golpe de Estado! Caló entre la juventud, a la que esos medios se encargaron de soliviantar durante día y medio. Hasta lograr impulsarla a que inunde las calles con la violencia propia de la juventud rebelde, aunque sumada esta vez a la indignación incitada por esos mismos medios al difundir que el “golpe” lo ejecutó un Congreso “inútil y corrupto”.
Tal fue la magnitud del blitzkrieg mediático que –en actitud indigna que pinta a esta clase política- la mayoría de los 105 congresistas que votaron por vacar a Vizcarra se echaron atrás, aterrorizados porque los medios corrompidos pudiesen sacarles un trapo sucio. Merino quedaría colgado de la brocha y la encanallada “gran prensa” se solazaría a su caída. Al extremo que todavía saborea la decisión de una indigna fiscal de la Nación que lo ha imputado por lesa humanidad. “Golpista”, “Corrupto”, “Asesino” fueron algunos epítetos que destacaron los medios de prensa corrompidos para denigrar a Merino, honesto legislador a quien tocó asumir la responsabilidad constitucional de reemplazar a un ex mandatario ensuciado y falsario. La batahola callejera defendía el regreso de Vizcarra, a falta de otras alternativas que defendiesen sus intereses.
La impulsaban los mismos medios. Estaban “defendiendo” sus frijoles, aterrados porque el gobierno transitorio eliminase la multimillonaria partida publicitaria de la que se ceban los propietarios de esos periódicos, radios y televisoras que conforman un cartel chantajista. Sin embargo, apenas corriera el rumor de que los legisladores que votaron a favor de vacar a Vizcarra no podrían aspirar a integrar una nueva Directiva congresal -reemplazando de la que presidió Merino- automáticamente el cartel mediático descartaba a Vizcarra y respaldó a la representante de la izquierda prosenderista que, por fortuna, acabó descartada por la mayoría parlamentaria. Pero quedaba la izquierda progre, liderada por Sagasti, a quien inmediatamente convirtieron en Santo Padre para encabezar una “fórmula de consenso” que sustituyera a la que presidiera Merino. “Consenso” que, en rigor, significa que las cosas seguirán igual que antes para El Comercio y demás integrantes del cartel mediático de la corrupción. Así se sellaba esa aventura del martes por la noche que ha colocado a los progre-caviares en palacio de gobierno, sin contar con el respaldo de los votos.