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¿Se puede confiar en Chile?

Fecha Publicación: 23/09/2019 - 21:50
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No. Chile nació a la historia como una rama menor de la conquista del Perú. Volvamos a los antecedentes. Era una Capitanía General sometida al Virreinato del Perú. Antes de la Independencia la demarcación estaba regulada por el río Salado (26° 15’ de latitud sur). El desierto de Atacama era su norte. Allí estaría Bolivia. Ante la importancia del guano ese límite fue fijado en el paralelo 23. Chile y Bolivia vivieron en perpetua querella ya que el Alto Perú alegaba llegar hasta el grado 27 de latitud.

En un tratado de 1866 Bolivia y Chile señalaron el paralelo 24 de latitud meridional. En 1878 la Asamblea Nacional boliviana aprobó un impuesto de diez centavos por quintal de salitre importado. La Compañía de Salitres chilena apeló a Santiago. En 1879 el presidente boliviano Daza expidió un decreto por el cual dejaba sin efecto las concesiones salitreras otorgadas y las reivindicaba. Se desató la guerra. Chile ocupó Antofagasta y le pidió al Perú neutralizarse. Como no lo hicimos, nos declararon la guerra el 5 de abril de 1879. Destrozada Bolivia, que perdió todo su litoral, y vencidos nosotros, nos vimos obligados a firmar un Tratado de Paz (Ancón, 20 de octubre de 1883) en cuya virtud cedimos perpetua e incondicionalmente el territorio de la provincia de Tarapacá.

Asimismo en el artículo 3 de ese convenio pactamos que Tacna y Arica continuarían poseídas por Chile durante diez años y que expirado este plazo un plebiscito decidiría si el territorio de las provincias referidas quedaba definitivamente del dominio de Chile o si continuaban formando parte de nuestro territorio. En 1894 reclamamos el plebiscito. Chile lo saboteó criminalmente. Se recurrió al arbitraje del presidente norteamericano Coolidge (1925), quien emitió un laudo señalando que el plebiscito podía llevarse a cabo.

El general americano John Pershing, héroe de la Primera Guerra Mundial (1914- 1918), con quien tenemos una deuda inmensa impagable, representó a Estados Unidos dignísimamente en la zona plebiscitaria y precisó en su informe final que no era viable la consulta por el vandalismo chileno. Llegó a decir: al concentrar la atención sobre unos incidentes de los más típicos, que se ha confirmado que han existido abundantemente en el territorio plebiscitario, demuestran un estado de terrorismo que hace impracticable celebrar un libre y honrado plebiscito. Su sucesor, el general norteamericano William Lassiter, repitió iguales conceptos. El plebiscito quedó frustrado.