Se satura la argolla…
Para nadie es un secreto que, gracias al apoyo que brindó, en todo sentido, a los presidentes Toledo, Humala y ahora Vizcarra, el caviarismo, esa izquierda que apuesta por la pobreza de los demás, pero está allí donde abunda el dinero y disfruta de él, ha logrado apropiarse de casi todas las áreas del Estado, imponiendo como funcionarios y ministros a sujetos que formaban parte de ese grupo, simpatizaban o simplemente se arrodillaban ante él.
El poder caviar no puede, entonces, sostenerse sin utilizar en puestos claves a exfuncionarios toledistas y humalistas, cercando completamente al presidente Vizcarra quien gustosamente se presta a este juego político.
El problema para ellos es que ya casi no tienen personal de recambio y cada día que pasa, los antecedentes negativos de actuales ministros y funcionarios que rotan y rotan por todas las áreas del gobierno, le están generando un grave desprestigio porque resulta evidente su discurso contradictorio de lucha contra la corrupción, pues defienden a los suyos y persiguen a los otros, como si la corrupción de los primeros fuera mejor que la de los segundos.
Esto ocurre porque al haber saturado el gobierno con los funcionarios proclives a esos grupos, la organización estatal se ha consolidado como un ente burocrático, estático y sumamente rígido que no ata ni desata en la solución de los grandes problemas nacionales.
El fracaso del Estado ante la población alcanza a todos los funcionarios que directa o indirectamente participan en actos de gobierno concretos o genéricos, pero los pésimos antecedentes toledistas, humalistas y vizcarristas que quisieron ser la quinta espada moral frente a la corrupción del gobierno fujimorista y terminaron peor, al no contar el régimen con personas idóneas que están fuera de su argolla estructural, simplemente llevan su carga negativa en cada recambio tanto en el Congreso como en el Gabinete ministerial, provocando ya una sensación de inestabilidad política altamente peligrosa para el sistema democrático porque la frustración y desconfianza popular está empujando al país hacia sectores que propugnan un radicalismo extremo, facilitador de las ideologías totalitarias.
Ya el gobierno no puede tapar el sol con un dedo. Los escándalos de corrupción de los suyos empezarán a hacerse públicos por más que la prensa adicta al régimen pretenda silenciarlos, este año puede convertirse en un siglo de penurias para el Perú y de sufrimientos innecesarios para el pueblo peruano.
O el presidente rompe la argolla y el cascarón que lo envuelve o la olla de presión que está gestando le explotará de mala manera.