Semana Santa en el Perú
La Semana Santa es una de las celebraciones más importantes del calendario cristiano y, en el Perú, ha adquirido matices propios de la religiosidad regional, resultado de nuestro sincretismo cultural. Esta mezcla de tradiciones hace que las celebraciones varíen significativamente entre la costa, la sierra y la Amazonía. No olvidemos que el culto cristiano llegó con los españoles durante la conquista y colonización, fusionándose con nuestras creencias ancestrales, especialmente en las comunidades andinas.
Actualmente, nos encontramos en pleno desarrollo de esta tradición religiosa profundamente arraigada en el país, que comenzó el Domingo de Ramos y culmina mañana con la celebración de la resurrección de Cristo. Durante estos días, se recuerda y representa la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, elementos centrales de la fe católica.
El escritor peruano Eduardo González Viaña describe este pasaje con claridad y realismo: “Un pacífico maestro de Galilea fue condenado a recibir azotes hasta que le desollaran el cuerpo. Después, se le colocó una corona de espinas que le arrancó la piel de la frente y las sienes. Medio ciego por la sangre y el dolor, caminó cargando una cruz, entre escupitajos e insultos. Fue clavado por las muñecas con clavos de gran tamaño, entre el radio y los metacarpianos, para evitar que el cuerpo se desgarrara. Finalmente, levantaron la cruz y lo dejaron agonizar entre burlas y repartos de sus ropas”. Ese hombre, señala Viaña, es el fundador de la fe que profesamos.
Más allá de su profundo significado religioso, la Semana Santa también impulsa el turismo interno. Miles de familias viajan por todo el país para vivir estas celebraciones en distintas regiones, observando las diversas formas de recordar la pasión de Cristo según las costumbres locales.
Ayacucho es, sin duda, una de las regiones más emblemáticas. En Huamanga, su capital, las celebraciones se desarrollan con procesiones diarias, siendo la del Santo Sepulcro la más destacada. Las iglesias se llenan de fieles y de color, y turistas nacionales y extranjeros acuden masivamente a presenciar estos actos de fe.
Lo más conmovedor es el fervor andino. Familias campesinas llegan desde los cerros para acompañar a Cristo en su camino hacia la resurrección. Con recogimiento y respeto, participan en procesiones entre sahumerios y cánticos en quechua y español.
En Cusco, el Lunes Santo se celebra la procesión del Señor de los Temblores, patrón de la ciudad desde el terremoto de 1650. Las campanas anuncian el inicio del recorrido, mientras músicos entonan lamentos con charangos y quenas. Las imágenes sagradas, cubiertas con velos morados, reciben pétalos de flores lanzados por mujeres quechuas.
Huancavelica vive una Semana Santa marcada por la sobriedad. El Viernes Santo, las procesiones se realizan bajo la tenue luz de las velas, en un silencio conmovedor. Las cofradías caminan descalzas como señal de penitencia, y los habitantes apagan las luces de sus casas en señal de respeto.
En Cajamarca, los balcones se decoran con mantos bordados, mientras las campanas antiguas marcan cada paso litúrgico.
Así es la Semana Santa en el Perú: una vibrante y emotiva fusión de culturas que renueva la fe y fortalece nuestra identidad.
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