Séptimo golpe al Congreso
Al cumplirse el primer aniversario de la disolución del Congreso, cada vez más peruanos consideran que esa medida inconstitucional fue producto de un operativo político planificado para exterminar una bancada –Fuerza Popular–, desacreditada por graves errores cometidos y severamente afectada por un demoledor cargamontón mediático alentado por el propio mandatario Vizcarra, con el propósito de incrementar su popularidad en las encuestas.
El argumento de hacer cuestión de confianza sobre un proyecto de reforma constitucional (4637/2019/PE) con el pretexto que este había sido desestimado arbitrariamente no resiste el menor análisis.
La propuesta –que pretendía un adelanto de elecciones– fue presentada por el Gobierno el 31 de julio de 2019 y archivada por la Comisión de Constitución del Congreso el 26 de septiembre de ese año, casi dos meses después, luego de seis sesiones ordinarias y extraordinarias, con un amplio debate donde participaron representantes de instituciones públicas, académicos y expertos en Derecho Constitucional.
No fue tampoco una decisión unipersonal y arbitraria de la parlamentaria Rosa María Bartra, como se ha dicho, porque el rechazo a la propuesta del Ejecutivo contó con el voto favorable de cinco bancadas, que rubricaron un informe de 68 páginas.
La ilegal irrupción en el hemiciclo del entonces presidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar, a mediodía del 30 de septiembre, fue, sin duda, parte del libreto preparado anteladamente en Palacio de Gobierno y coordinado con legisladores oficialistas.
El premier, en efecto, que debió esperar que se ponga al voto la elección de los integrantes del Tibunal Constitucional, pautado como primer punto de la agenda, ingresó al hemiciclo sin autorización de la mesa directiva, empujando la puerta de acceso al salón de sesiones, para plantear a gritos prioridad y hacer cuestión de confianza sobre su proyecto, con el argumento que era necesario aprobarlo por la “gravísima crisis política” producida porque los magistrados del Tribunal Constitucional eran elegidos por invitación, no por meritocracia.
Del Solar pudo hacer uso de la palabra porque, sorprendentemente, fue autorizado, en lugar que la presidencia exigiera su retiro del hemiciclo, en estricta aplicación del reglamento del Congreso, que precisa el trámite que debe seguirse para las invitaciones al Pleno. De esa manera el golpe de Vizcarra estaba cerca: a las 5 de la tarde, en un mensaje a la nación, anunció la disolución del Parlamento. A esa misma hora medios de prensa pro gubernamentales celebraban la medida, manifestantes antifujimoristas (y antiapristas) respaldaban eufóricos la decisión y casi de inmediato –como era de esperar– las encuestadoras registraban un apoyo abrumador al mandatario.
Al día siguiente, siguiendo las pautas del libreto, la tropa acordonó el Congreso, Vizcarra se fotografió con altos mandos militares y sujetos lumpenescos insultaron a legisladores que pretendían retirar sus documentos de las oficinas; inclusive agrediendo cobardemente al almirante Tubino, ante la indiferencia de la custodia policial.
La historieta se completó cuando cuatro inolvidables miembros del Tribunal consagraron solemnemente la malhadada figura de la “denegación fáctica”para legalizar la disolución del Parlamento, que fue reemplazado por otro cuerpo legislativo que ha puesto al borde de la vacancia a su creador, Martín Vizcarra, acusándolo de diversos delitos.
El primer golpe al Congreso sucedió en 1919, cuando Leguía derrocó a Pardo y clausuró ambas cámaras. El segundo fue en 1931, ejecutado por Sánchez Cerro, quien depuso al presidente Leguía y cerró el Parlamento. En 1933, otra vez Sánchez Cerro ordenó que soldados y policías allanen al recinto para detener, pistola en mano, a parte de 23 constituyentes desaforados. La saga continuó con el general Odría, que en 1948 deportó al presidente Bustamante y Rivero y deshizo el Congreso. Luego, en 1962 y 1968, las Fuerzas Armadas destituyeron a los presidentes Prado y Belaunde, cerrando ambas cámaras. El 5 de abril de 1992 el presidente Fujimori disolvió el Parlamento, como ahora lo ha hecho, por séptima vez, Martín Vizcarra.
Una historia que - esperamos - no tenga un octavo capítulo.