Ser más amigo de la verdad
El Perú enfrenta un desafío que compromete su estabilidad. Los hechos que se están conociendo en las últimas horas configuran una crisis política, judicial y social de impredecibles consecuencias. Tratemos de ordenar las ideas para hacer un análisis de la situación.
Es conocida mi posición contraria a ese sector que se denomina “caviar” y que hasta hace poco copaba la mayoría de instituciones. Integrado por izquierdistas de todos los pelajes y progresistas que siguen agendas del progresismo internacional, los caviares han infiltrado gobiernos desde hace medio siglo sin rendir cuentas y sin constituirse en un movimiento político.
Ellos ocuparon puestos de confianza durante los gobiernos de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Pero fue durante el breve mandato de PPK y posteriormente con Martín Vizcarra y Francisco Sagasti que se dieron a conocer tal como son: ávidos de poder, campo fértil para la corrupción de alto nivel y un espíritu de cuerpo que primaba sobre los intereses permanentes del Perú y los peruanos.
Celebré la caída del golpista y corrupto Pedro Castillo y de su red de contactos que había infectado el aparato estatal y el cuerpo social. Reconocí la función que le tocó cumplir a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, por su valentía para enfrentarse a un poder que tiene un fuerte aparato de apoyo externo e interno y que aún da coletazos.
Igualmente consideré acertada la inhabilitación de la fiscal Zoraida Ávalos que solo es recordada por su lenidad con el inescrupuloso Martín Vizcarra y su tibieza para procesar las primeras denuncias contra Pedro Castillo. La decisión de inhabilitarla parecía estar en el contexto de las decisiones que se adoptan en el Congreso de la República.
Sin embargo, discrepé con la elección del fiscal de Pueblo Josué Gutiérrez. Este señor carece de las mínimas credenciales académicas o de una trayectoria que le otorgue autoridad para el cargo. Nunca pude entender qué podía unir a representaciones tan opuestas como Fuerza Popular y Perú Libre, pero el hecho es que ambas pusieron a Gutiérrez en el cargo. Algo empezó a oler mal.
Las campañas emprendidas contra la fiscal de la Nación en las últimas semanas parecían obra de los grupos de interés desplazados y particularmente de los fiscales del grupo que investiga el caso Lava Jato. Las hipótesis más descabelladas eran presentadas para presentarla como una operadora política de decisiones relevantes adoptadas por otros poderes. Entonces dudé, pero algo empezó a cambiar y hoy, desde la madrugada, el país es testigo del colapso del Ministerio Público con la fiscal Benavides al frente.
Es inadmisible que la fiscal de la Nación haya tenido como asesor a un exfuncionario del corrupto Pedro Castillo y de una de sus ministras ligadas a la extrema izquierda. Es inadmisible que existan indicios de una supuesta coordinación de decisiones políticas desde la Fiscalía de la Nación.
La fiscal de la Nación le debe una explicación al país. Al cierre de esta columna aún no se había dirigido al país, pero los hechos son tan inesperados que no sabemos si hoy, lunes, que escribo estas líneas, ella terminará el día aún al frente de la institución que defiende la legalidad.
Las fuerzas políticas y la sociedad organizada deben de unirse para buscar una salida a este entrampamiento. El Perú no puede caer en la anarquía. Si la fiscal Patricia Benavides ha infringido la ley, todo el peso de la justicia debe caer sobre ella por defraudar la confianza de sus compatriotas.
Hago una exhortación a los peruanos a mantenerse unidos y a cerrarle al paso a quienes pretenden pescar en río revuelto: a los que plantean una asamblea constituyente de tipo chavista o a quienes adelantar elecciones generales para dar paso a una opción autoritaria como la de Antauro Humala.
Esta es mi manera de ver las cosas y, con el perdón de los adefesios, siempre la expreso de esta forma.
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