Serena y vigilante expectativa
Con la juramentación del Gabinete presidido por el abogado Pedro Angulo Arana, la flamante presidenta Dina Boluarte cierra una primera etapa formal que conjura la crisis provocada por el delincuente Pedro Castillo y sus secuaces al pretender un golpe de Estado en nuestro país. Un paso necesario e importante, sin duda, pero a todas luces insuficiente ante la dimensión del drama institucional que padecemos desde antes de enlodarnos por la organización criminal de Castillo.
Esa tragedia institucional pone en manos de la nueva gobernante una agenda de desafíos que no sólo pasa por armonizar las relaciones Ejecutivo-Legislativo, sino que la conduce hacia otros horizontes donde sólo la habilidad, prudencia y realismo (sin abandonar la preocupación por los más pobres y marginales) le permitirá avizorarlo con fortuna.
La orfandad partidaria y popular de Boluarte la obligó, naturalmente, a pedir una “tregua política” el día que asumió el mando supremo de la nación. Aún sabiendo el desprestigio colectivo del Parlamento, no tenía otra manija de la cual asirse.
Tras la designación del primer gabinete ministerial, la mayoría del Congreso cumplirá el trámite de otorgarle el voto de confianza que ordena la Constitución para permitirle su funcionamiento. Honrará esa tregua por más reparos que haya respecto a uno u otro ministro o ministra. Obvio que lo hará primero por su propia supervivencia, elemento clave que preside todas sus decisiones.
Luego vendrá el 1 de enero con la asunción de los nuevos gobernadores y alcaldes. Tendrá oportunidad de comprometerlos en un trabajo conjunto logrando su adhesión política. Estas autoridades sí son más cercanas a las organizaciones sociales de base, a diferencia de los parlamentarios. Son conscientes que no podrán iniciar su mandato en el núcleo de la inestabilidad. Entonces la tregua podría extenderse a este otro nivel.
Ante la ofensiva internacional corrupta del llamado socialismo del siglo XXI, la cual busca victimizar a Castillo y su banda (para lo que son vorazmente mediáticos, como cuando ejercen la defensa de la mil veces punible Cristina Fernández) sí hace falta tener al pueblo demócrata al lado. Las marchas cívicas en defensa del sistema de libertades y la separación de poderes mediante el que una justicia independiente juzga y condena a los ladrones de derecha o izquierda, deben continuar. Ceder la calle al activismo comunista que se disfraza de “insurgencia popular” para volver impunes a sus hampones, es un grave error. Recuperemos la conciencia ciudadana y la indignación.
Frente a la proclama de “Paz y concordia” que lanzó Oscar R. Benavides al tomar el mando supremo tras el asesinato del dictador Luis Sánchez Cerro en 1933,Victor Raúl Haya de la Torre y su partido respondieron con un enunciado que hizo historia: “serena y vigilante expectativa”.
Es lo que merece en estos primeros días el gobierno de Boluarte (una política novel cuya conducta y expresiones han lindando muchas veces con el disparate): estar serenos, ser vigilantes y mantener la expectativa. No nos queda otra por el momento.
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