Siempre aprendes de la vida si la vives

La vida es una constante de aprendizaje, dependiendo de cómo internalizas las experiencias y la actitud frente a ellas. Pueden causarte alegría, satisfacción, tristeza, melancolía, condicionada a la edad que tienes. Siempre se escucha hablar de “la máxima de la experiencia”, significa que has vivido lo suficiente que otorga la capacidad de transmitir las experiencias que has alimentado en el desarrollo de la vida, que cada acto humano importa un conocimiento de uno mismo y de los experimentados.
Hay muchas personas que no aprenden nada de la vida, los acontecimientos humanos pasan desapercibidos, no toman conciencia por carecer de sensibilidad, empatía, no les interesa la realidad en que viven, menos participar en ella en forma activa. Pero en este trazado vamos a referirnos a las personas que aprenden viviendo con un sentido positivo de la vida, aceptándose y comprendiendo a las personas con las que interactúan, como los casos que les voy a exponer con la férrea voluntad de seguir adelante y superar los obstáculos que se presentan con perseverancia, tenacidad y sobre todo con mucho amor, que es la antorcha que ilumina el camino.
Este es el caso de una familia compuesta por quince hermanos, hombres y mujeres, y que de la noche a la mañana los padres murieron en un accidente donde quedaron huérfanos los hijos, y los hermanos mayores asumieron la responsabilidad de la educación, alimentación, vestido. Adquirieron becas en los colegios no solo por la pérdida de los padres, sino porque eran buenos estudiantes, y el amor, el cariño y las ganas de seguir adelante los hicieron salir buenos profesionales. Una ingresó al convento como monja, otros se hicieron abogados, psicólogos, maestros, administradores de empresa, aviadores. ¿Cuál fue el motor que los hizo continuar en la vida? Ser realistas, que estaban solos, que la vida continúa, que tenían que estar unidos, superando la pena y seguir los buenos ejemplos que les inculcaron los padres en vida.
Este otro caso demuestra la fortaleza espiritual de una madre que, de cinco hijos, perdió a tres. La primera de cáncer, la segunda se suicidó, el tercero de un derrame cerebral. La madre, en la actualidad, solamente tiene dos hijas y muchos nietos que llenan ese vacío existencial, que en un principio fue durísimo, pero su acercamiento a Dios ha llenado su corazón de seguir viviendo. A los noventa y dos años, está lúcida, conversadora, sale a pasear. El tiempo ha hecho que trabaje la resignación buscando otras alternativas como el amor y el cariño de las hijas y los nietos, que le han dado bisnietos, y se siente plena. Eso es lo importante, que las personas se sientan plenas, con mucha sabiduría, enseñanza y tolerancia.
Este tercer caso trata de una pareja de esposos, en que la esposa se convirtió en adicta por consumir con el esposo, que era adicto, y no salía a la calle. Sin embargo, los hijos no salieron adictos, están bien casados, con hijos, profesan la religión cristiana como los padres, que encontraron en Dios la respuesta que buscaban en la vida: paz, tranquilidad, sentirse útiles a la sociedad. Cuando he conversado con el padre sobre de qué forma se hizo adicto en unión de la esposa, él me dijo: empecé por curiosidad en forma ocasional, después su consumo fue más frecuente hasta que se volvió adicto. No podía dejar de consumir y convirtió a su esposa en adicta. Empero, al establecer una relación espiritual con Dios, junto con su esposa, lo restauró.
Es por eso que las drogas, el alcoholismo, son una enfermedad espiritual. No vas a la farmacia y pides una pastilla para que dejes de drogarte, no es así. Se necesita voluntad y fe en Dios, que te va a ayudar a salir de estos problemas. Al principio no es fácil, cuesta mucho, pero cuando el corazón se llena de amor, las cosas se hacen más llevaderas. Nunca debes perder el vínculo con Dios, porque aparecen las tentaciones, y eso hace que puedas reincidir. Es importante relacionarse con gente positiva y no tóxica. He conocido muchos adictos y alcohólicos de diferentes clases sociales, pero con voluntad y fe, “te salvarás”.

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