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Siempre engañados por los políticos

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Fecha Publicación: 12/04/2022 - 23:00
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El Congreso, único poder del Estado que constitucionalmente ejerce la representación del pueblo, viene incumpliendo de manera sistemática esta principalísima función. La razón obedece a los intereses personales que priman en una mayoría de legisladores, que postularon ante la ciudadanía patrocinados por partidos políticos cuyos líderes, al menos eso lo han manifestado durante sucesivas campañas electorales, profesan un acendro democrático. Como es el caso de Acción Popular, Alianza para el Progreso y Podemos Perú. Vale decir, para estos parlamentarios primó la mentira –con el objeto de privilegiar sus intereses- antes que el compromiso que asumieron al momento de pedirle el voto a Juan Pueblo hipócritamente disfrazados de demócratas. Hoy sufrimos las consecuencias de tamaño embuste al votante, delito público que lamentablemente no lo contempla nuestra frondosa y fundamentalmente inútil legislación.

Esta deficiencia de nuestro sistema electoral –permitir que, impunemente, el candidato (tanto a la presidencia de la República como a alguna curul parlamentaria) engañe al público, actuando a contramano de los principios que defiende la agrupación política por la cual postulara- es base de la degeneración democrática y moral que ha sufrido el Perú a lo largo de estas últimas tres décadas. Mientras este trastocamiento de la verdad continúe vigente, sólo seguiremos involucionando hasta acabar en el caos al que, por desgracia, hoy aterradoramente estamos aproximándonos.

Estamos comprobando la realidad contrafáctica que sufrimos con Pedro Castillo, quien ofreció en su campaña imponernos los postulados comunistas de Perú Libre. ¡Aunque, instalado en palacio, jura que no lo hará! Porque sabe que al día siguiente el pueblo lo echará a la calle. Esto comprueba que nuestros políticos son mentirosos irredentos. ¡Y así no puede subsistir un país que aspira a evolucionar del miserable tercermundismo hacia algo mejor! La mendacidad, en el caso de Castillo, es bastante más burda que en el de muchos de sus predecesores. ¡Para ser muy precisos, es bastante más tosca! Antes de asumir la presidencia, este sujeto ya había engañado al país estableciendo una subterránea organización criminal operada inicialmente desde el antro de Sarratea y luego desde el despacho presidencial. La mayoría confiaría en Castillo por su origen campesino, su carita de mosca muerta y su “labor” dizque educativa. Sin analizar que, como dirigente político de un sindicato de corte comunista, su esencia lo inclinaría a la pendencia, la maña y el embuste, tan característicos en esta especie.

Afirmaba Disraeli, “confiamos demasiado en los sistemas y muy poco en los hombres.” ¡Acá no confiamos en nada ni nadie! No obstante, permitimos que el candidato quiebre el programa por el que postuló, sin hacerse acreedor a severas sanciones. ¡Cuidado! La mentira es quizá el peor defecto que puede abrazar un político. ¡Porque, tras ella, esconde los delitos que necesite cometer para beneficiarse… y quedar impune! ¡Esto tiene que acabar, amable lector! Sino, más temprano que tarde usted va a sufrir las consecuencias que, ahora, ya las padece la inmensa mayoría. ¡Al menos, es urgente que, de manera ejemplar, se penalice la mentira entre los aspirantes a mandatario y/o a congresista de la nación!

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