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Simio en extinción en Amazonía peruana - semblanza

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Fecha Publicación: 18/08/2021 - 21:00
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Cuando era niña, la bióloga Leyda Rimarachín (Cajamarca, Perú, 1983) vio por primera vez en su jardín al mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda), una especie que tiempo después peligraría.
Su jardín son los bosques nublados a las alturas de Bagua Grande, en el Amazonas peruano, donde sus padres llegaron hace más de 35 años. Este mono originario y exclusivo del norte de Perú se diferencia de otros por su cola de vellos dorados y sus 54 centímetros que lo hacen, además, el más grande del país. A pesar de eso, la caza furtiva y la deforestación de su hábitat en la selva a 1,500 y 2,700 metros sobre el nivel del mar, lo han llevado a ser uno de los primates más amenazados del mundo. “Nuestro bosque se fue haciendo una isla rodeada de destrucción y se quedaron aislados en alguna parte, vulnerables a la caza humana y a que otros animales simplemente los ataquen”, lamenta.
Según Rimarachín, durante casi 20 años fue imposible ver a las familias de monos choro de cola amarilla deambular por su hogar. Se sospecha que su población incluso se ha reducido en 80% en el país, lo cual lo coloca en peligro crítico de extinción dentro de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Queríamos salvarlos, pero ya no estaban en ningún lado”, asegura. “Cuando felizmente encontramos dos grupos pequeñitos de simios, nos pusimos las pilas y decidimos hacer algo”.
En el año 2013 el Bosque Berlín fue reconocido como Área de Conservación Privada. Ese mismo año, Leyda Rimarachín fue premiada con el galardón Carlos Ponce del Prado en la categoría de joven destacada al conservar e investigar la biodiversidad. “Fue algo histórico porque mi familia sufrió bastantes cosas para obtener este bosque”, asevera. Cuando sus padres iniciaron su vida allí, el conflicto armado interno (1980-2000) se recrudecía en la Amazonía peruana.
Así, su propiedad fue atacada por terroristas y el mismo ejército. Por defenderla, su padre, Ricardo Rimarachín, llegó a ser encarcelado. Pero esa violencia también vino en forma de hachazos de parte de los vecinos que querían adueñarse de la tierra. “Ellos desconocían que los bosques eran la fuente de agua. Lo han entendido recién cuando las aguas han ido disminuyendo”, dice.
Para no repetir esa historia, Leyda Rimarachín ha formado a los más jóvenes de la zona en educación ambiental. “Hemos reconectado con esa sensibilidad que tenemos de niños y que a veces vamos perdiendo por pensar que el ser humano es el único que debe existir, que no importan las demás formas de vida”, remarca.
Al proteger a los monos y otras especies, el Bosque Berlín se ha convertido en un destino atractivo para científicos y también para el ecoturismo. De hecho, antes de la pandemia por la covid-19, recibía al menos 300 visitas al año.
“Antes solo se hablaba del turismo cultural de mi región, pero ahora estamos desarrollando, por ejemplo, la ruta de los primates endémicos para darle valor al turismo de naturaleza que diferencia a nuestras áreas de conservación”, comenta quien también fundó la Red de Conservación Voluntaria de Amazonas que protege 126,732 hectáreas.

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