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Sin institucionalidad no tenemos nada

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Fecha Publicación: 25/01/2024 - 22:40
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Si bien en los últimos años, el Perú ha experimentado varios periodos de crisis política y económica (no hemos estado del todo bien), es necesario puntualizar que, en realidad, hay un factor estructural que subyace a todos estos períodos, y es: la crisis institucional; algo de lo que adolece bastante nuestro país.

Para empezar, tenemos una Constitución Política que debería regir la vida institucional del país. La última –de 1993– cumple este 26 de enero, 30 años desde su promulgación. Y pese a que el sector más radical de nuestro país le echa la culpa de la desigualdad económica, lo cierto es que según el reconocido economista peruano Diego Macera «La Constitución de 1993 sentó las bases para que el Perú revierta las pérdidas que generaron décadas de malas políticas económicas. El alto crecimiento económico permitió que un peruano promedio tenga casi el triple de ingresos que hace tres décadas, lo cual sí redujo la pobreza y desigualdad», afirmación cuya veracidad es corroborable, sin que esto signifique, por supuesto, que la Constitución sea perfecta, y que no deba estar sujeta a necesarias reformas constitucionales. De hecho, este Congreso ha presentado varias.

Sin embargo, muchas veces se le ignora y se piensa que podemos invalidar este pacto social al antojo de intereses subalternos de grandes grupos de poder, siendo la facción más nociva, a nuestro juicio, la de los caviares, que gobiernan sin ganar elecciones, y que cada vez que sienten perder el poder, promueven la desestabilización de la democracia.

¡Sin institucionalidad no tenemos nada! Y habremos llegado a consolidarla cuando confluyan por lo menos estos componentes: 1) Cuando patear el tablero jamás se convierta en una opción, 2) Cuando asumamos las consecuencias de nuestro voto, 3) Cuando dejemos de lado la pura “Encuestocracia” para determinar si un organismo del Estado es legítimo o no, 4) Cuando interioricemos muy bien el principio de separación de poderes y el balance que debe haber entre ellos. 5) Cuando cesemos de percibir el ´control político´ como positivo o negativo dependiendo de a quien se controla, 6) Cuando aceptemos que ningún organismo, por más que goce de nuestra simpatía, está por encima de la Constitución y la ley, 6) Por último, y no menos importante, cuando tengamos la plena confianza de que las instituciones le pertenecen a los peruanos y no a las ONG.

Deseo, al conmemorarse 30 años de nuestra última Constitución, que el Perú fortalezca su institucionalidad, y nos hagamos cargo de nuestros asuntos internos, sin someternos a los intereses de los caviares, que son siempre funcionales a la Agenda 2030, y a cualquier otro instrumento extranjero, antes que a nuestra propia Constitución.

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