Sin pelar no se come un plátano
Lo divertido no es el proceso de escalar una montaña o pico nevado. Hacerlo supone constante tensión para evitar resbalarse al subir; para contrarrestar el embate del viento que azota en sentido contrario; para parapetarse oportunamente ante el frío que “quema”; para mantenerse calmo ante un intempestivo desprendimiento de hielo o piedras, y un largo etcétera. La satisfacción, la alegría, se apodera del espíritu y se manifiesta corporalmente y de manera plástica en el rostro cuando, superado el proceso, se alcanza la cima y desde allí se contempla y uno se confunde con el majestuoso paisaje que la vista obsequia. Sin embargo, como el proceso es arduo, se puede hacer necesaria mayor preparación sea superando las carencias y/o consolidando las habilidades; lo cierto es que, en esos casos, el recomenzar la aventura escaladora y el postergar el gozo del logro, mudan en buenos hábitos: fortaleza, perseverancia, resiliencia e ilusión.
Unos sostienen que se debería omitir los premios, en general, especialmente en los centros educativos, para que quienes no lo logran no se desalienten y, quienes finalmente lo consiguen no se sientan obligados y presionados para repetirlo cada final del periodo lectivo. Otros prefieren allanar y desbrozar el camino para que los estudiantes transiten sin tropiezo alguno, sin retos que sortear y poniéndoles a buen recaudo de las vivencias emocionales que se revelan cuando las cosas no “salen” como se quisiera.
En buen romance, se pretende –como tendencia– colocar el logro, la satisfacción, antes que el esfuerzo y la persistencia que supone todo aprendizaje. ¿Por qué se le teme al premio? ¿Por qué se uniformiza los logros a conseguir, olvidando que en una escuela existen tantas metas u objetivos como alumnos matriculados tenga? A mayor pluralidad de objetivos, mayor diversidad de premios. ¿Por qué se evita la pedagogía del esfuerzo? El Minedu quiere reportar resultados ¿les suenan las pruebas censales? Además, si los padres –incluso hasta los mismos estudiantes– son considerados clientes, ¿qué impide complacerlos? Ciertamente, la factura del reemplazo, del mínimo esfuerzo, no se cancela en la universidad, las empresas y, hasta la misma sociedad, serán las que paguen con creces en su productividad.
Estudiar no es divertido, se tiene que hincar los codos frente a un libro. Ir a trabajar todos los días y a la misma hora tampoco. En el primer caso, el gozo se produce gracias al asombro y a la belleza que causa el conocer la verdad de las cosas. En el segundo, saber que a través de la profesión u oficio se puede ayudar a otros en sus necesidades produce satisfacción de la buena.
Renunciar a comer sándwich para dárselo a un amigo que salió apurado sin plata ni lonchera no es divertido, lo agradable es ver su sonrisa. Cuando a la primera no se resuelve un problema, el deleite no emerge, pero sí el propósito de recomenzar hasta… hacerse con la respuesta al problema. Y si no, ¿habrá fracasado? En absoluto. La educación, cambia por dentro y añade virtudes a la persona.
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