Sin reciprocidad no hay dignidad nacional: el caso Perú-México
La odisea para los peruanos que desean viajar al México lindo y querido del inmortal Pedro Infante -por estos últimos días acrecentada debido a las largas colas en la embajada azteca en Lima-, no existe para los mexicanos que deciden visitar nuestro país. ¿Por qué?.
Pues mientras los Estados Unidos Mexicanos nos exige contar con visa para ingresar en su territorio, sus habitantes lo hacen sin ningún problema en nuestro suelo patrio. Esta sola enorme e intolerable desigualdad que rompe el denominado PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD, se da porque el Gobierno del Perú, de manera abrupta y desnudando volubilidad estatal, decidió retroceder tirando al suelo el referido principio, pues decidió cancelar la misma medida que, en cambio, México mantiene, y a partir de mañana, lunes 6 de mayo, nos impone.
Ningún Estado que se respete frente a otro, desestima la reciprocidad que, hallándose consagrado en el artículo 47 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, al disponer en su inciso 1 que “todo Estado receptor no puede efectuar actos discriminatorios que afecten a otros países” como lo hace México.
Seamos muy claros: al Gobierno del Perú -entiéndase específicamente a la cancillería del señor González-Olaechea-, no ha importado para nada la regla básica del derecho internacional que consagra la reciprocidad al establecer “la costumbre que sigue un Estado determinado, de conceder a otro Estado un trato semejante al que recibe de él” (Decisión de la Suprema Corte de Justicia de México, 1994).
Entiendo a las instituciones y/o gremios de turismo y hotelería pero el ministerio de Relaciones Exteriores, que jamás debió retroceder en la medida emprendida, debió explicar la decisión del Estado peruano ahora visto como incoherente por levantarla tan solo 48 horas después de haber sido dictada, sustentada y defendida por el canciller arguyendo que “la decisión unilateral (de México) no nos ha tomado por sorpresa” o sea que se conocía que era inminente por lo que añadió que “la decisión (del Perú) se ha tomado a raíz precisamente de la medida impuesta por México”.
La única verdad incontrastable es que el ministro ha retrocedido ante las presiones de los referidos gremios del sector turístico y hotelero y esa no es la forma como se conduce un Estado porque expone una incongruencia total actuando conforme el capricho o según el pedido a la carta. Pedir su renuncia por este desorden en la política exterior peruana como se puede ver ha sido pensando en la consistencia y en la imagen de Torre Tagle. Quedamos mal no solo ante la comunidad diplomática si no, principalmente, ante los cientos de ciudadanos peruanos que padecen la frustración de no poder viajar a México debido a los abusivos requisitos que se les impone.
Tienen razón y la doctrina del derecho internacional se las da con creces. Léalo apreciado lector: “La reciprocidad es considerada como una máxima del derecho, que los Estados suelen aplicar en las relaciones internacionales ante la inexistencia de prescripciones normativas sobre un tema en particular, en respuesta simétrica a la conducta mostrada hacia ellos por otro Estado” (En Enciclopedia del Derecho y las Ciencias Sociales, 2019).
Quisiera cerrar mi columna con una palabras que guardo grabadas en mi mente y en mi corazón del excanciller del Perú, embajador Arturo García García que, cada vez que iba a su casa allá por los inicios de los años noventa, llevándole la Revista Peruana de Derecho Internacional, órgano de difusión de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, en las largas y privilegiadas tertulias que gocé de tan enorme figura de nuestra diplomacia, me decía: “A la hora de dictar o ejecutar la política exterior siempre debe considerarse como innegociable el respeto de la dignidad nacional”.
Excanciller del Perú e Internacionalista
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