Sindulia, la luz
Estos son días quebrados, son como rendijas abiertas, heridas predestinadas a no cicatrizar; días que más parecen eternas noches donde lo único que trae la luz es la imagen de mamá. Esa luz que se proyecta indetenible y que trasciende espacio y tiempo como amalgama de eterna vida. Mamá es vida, mamá es la luz.
Mamá, con su luz abrazó a la vida e hizo de ella siempre un bello paraje, un colorido jardín donde reinaba su divina sonrisa, privilegio de aquellas que galantean por siempre a la vida porque solo ellas saben lo que es navegar sobre remolinos de aguas turbias. Pocos días antes de sus cien años, dio batalla como lo hacen las valientes de siempre y, a pesar de su tenue luz, se las ingenió para ofrecer el último latido de su corazón e ir al encuentro de papá y de su hijo Machocca, por quien siempre preguntó, y finalmente lo abrazará, y nos sabrá perdonar el no haberla hecho partícipe de su partida porque nunca la habría aceptado.
Siempre fue así, una niña traviesa que esperaba que la luna menguara para jugar a las escondidas con las estrellas allá en Acctapa; la niña que en Ccocharana entonaba himnos a las vicuñas y a la sagrada tierra haciendo coro con la propia lluvia, siendo la propia lluvia de enero, que acariciaba con su frescura capullos y flores de las nobles salvias que alfombraban sus pasos a las que ofrecía su mirada de los nuevos amaneceres.
Siempre fue niña y se fue así, nos legó la enseñanza de cerrar etapas y de levantar la mirada en las nuevas partidas y entonar a viva voz el triunfo de la vida a pesar de estar al borde del precipicio y la muerte. Caminó acompañando a papá por Pirca, por Uchuymarca, venciendo todas las dificultades; así lo hizo cuando volvió a Lucanas con las manos llena de sueños y esperanza porque traía entre sus manos la valía de la mano de papá y desde entonces, caminando tomados de la mano por Ccatacucho y Pischa, sembraron faroles de vida y sobre las ramas de los eucaliptos construyeron su nido de amor y lo extendieron para la posteridad.
Sindulia es la luz, la eterna mamá que tenía más de dos manos y seguro que con ellas volverá para secar las lágrimas de toda mi familia que son apenas el inicio de un camino muy difícil para aceptar su partida.
Perdónenme por esta despedida. ¡Hasta siempre, mamita!
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