Sistema de salud precario y mutilado…
Es un hecho público y notorio que no necesita demostración, la precariedad de nuestro sistema de salud fragmentado en segmentos que van desde la atención básica hasta aquel donde se encuentran los hospitales más grandes y presuntamente completos, con especialidades y especialistas cuya atención se supone oportuna y eficaz, en los cuales también se dice que existen los más modernos equipos médicos y medicinas en cantidad y calidad suficientes.
El tránsito de un segmento a otro, cuando la naturaleza del mal que aqueja al paciente excede la capacidad de prestación del segmento previo, se produce a través de las famosas “referencias”, mediante las cuales el “referido” queda a merced de una burocracia fantástica que tarda un mar de tiempo para efectuar el registro respectivo y otro mundo de meses o de años para otorgarle una fecha para “consulta”, de la cual saldrá con órdenes para una serie de exámenes de laboratorio o de imágenes, según sea el caso.
Lo lamentable es que para esos exámenes también hay que obtener cita porque todo está saturado y, especialmente, si se trata de imágenes como tomografías, rayos X, resonancias y demás, la lista de espera es gigantesca. Pero si se logra obtener los resultados, tanto de exámenes de laboratorio o imágenes, queda aún la barrera de la consulta, para cuya fecha ya no hay cabida en el corto plazo y, normalmente, cuando la bendita fecha llega, los exámenes ya no tienen valor y hay que entrar otra vez en la rueda de molino, de donde, muchas veces, el paciente pasa a mejor vida porque su mal requería una atención, si no inmediata, al menos en un tiempo corto, porque el alargue incide gravemente no solo en la salud, sino en la economía familiar.
La paradoja es que la realidad así expuesta se circunscribe a las prestaciones médicas por deterioro de la salud física, sin que hasta la fecha se le dé la importancia debida a la salud mental para hacer realidad aquello de que “en mente sana, cuerpo sano”.
Las consultas en neurología son las más escasas, y no porque la gente rebose de salud mental y tenga un sistema nervioso en perfecto estado, porque ya todo el mundo conoce que el estrés cotidiano en el país tiene una altísima incidencia en las enfermedades psicosomáticas que, finalmente, culminan en una manifestación de deterioro físico cuya atención, como hemos visto, es caótica.
La oferta del servicio estatal para la atención de la salud mental es ridículamente pobre y escasa y ni siquiera alcanza a satisfacer necesidades de prevención, tanto más que si para la atención de la salud física no alcanzan ni medicamentos ni exámenes clínicos, para el tema de salud mental esto es inalcanzable.
Lo curioso es que si alguien puede pagar un seguro particular, este no cubre ni medicinas ni exámenes clínicos, especialmente de imágenes, cuyo costo es enorme.
Parece que las autoridades se ahogan en este desorden.
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