Sobre el colapso vial urbano…
Hace unas semanas, en esta misma columna, expresamos nuestro desconcierto y frustración por el modo y forma en que todas las ciudades del país han sido bloqueadas en sus entradas y salidas, convertidas así en bolsones poblacionales con atrofiadas vías de paso, penetración y salidas. Podemos tener una autopista que conecte Lima con Chiclayo, pero, al igual que lo que ocurre en Lima con la Línea Amarilla al llegar a los peajes, de nada sirve el tiempo ganado cuando se tiene que atravesar Chimbote, Trujillo y Chiclayo, que tienen una única vía de paso que introduce al viajero al caótico y atrofiado tráfico vehicular en una calle o avenida absolutamente colapsadas.
Si alguien tiene alguna duda, solo recuerde lo que ocurre en nuestra capital durante los feriados largos o en la temporada de verano, cuando miles de familias se desplazan con sus vehículos hacia el norte enfrentando un inevitable embudo hasta el peaje en Ancón; hacia el sur, sufriendo el infierno del embotellamiento en la carretera hasta el peaje de Villa y de allí hasta el peaje de Pucusana; hacia el este, donde se tiene que sufrir el colapso hasta Corcona, aunque últimamente este puede llegar a Matucana. Hacia el oeste, en Lima se produce algo peculiar: se bloquea el serpentín de la Costa Verde, las avenidas La Marina, Venezuela, Colonial y Argentina y, si tienen alguna duda, vean lo que ocurre el primer día del año con la saturación de las vías que van hacia las playas.
Tenemos un problema mayor. En el Callao, el muelle Sur cada día se expande sobremanera y el muelle Norte no deja de crecer porque tienen que competir ahora con el muelle de Chancay, crecimiento que no es un problema sino un beneficio porque la finalidad, que se va convirtiendo en realidad, es que el Perú exporte más de lo que importe, lo que se va traduciendo en un constante superávit a favor de nuestra balanza comercial. Pero los camiones que transportan los contenedores hacia esos muelles enfrentan un constante colapso porque a nadie se le ocurrió pensar que las vías deben ir de la mano con el crecimiento de nuestras exportaciones. No basta la vía Néstor Gambetta ahora que los camiones tienen restricciones en la Morales Duárez.
El transporte ferroviario ha estado funcionando en completo abandono, a tal punto que, en su ruta al puerto del Callao, la vía se limita a los rieles encerrados por viviendas y otras construcciones a dos o tres metros a cada lado. Los puertos, al igual que las ciudades, serán enormes globos con patas raquíticas que muestran que en el Perú nadie tiene idea de lo que es el desarrollo.
La llegada del tren adquirido por la Municipalidad de Lima está desnudando este desastre que exige una respuesta eficaz y no peleas sin sustento, porque suena ridículo que no podamos conectar Chosica con Lima por tren.
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