Sobre ruedas
Fue buena idea encimar sobre el cortaviento el chaquetón de lana forrado con la franela de la camisa de cuadros que resistió mil y diez trajines parando el frío y recogiendo toda esa historia de viajes con partida ligera y regresos cargado de cuadernos, libretitas, fotografías, dibujos en papel periódico y en los que hubiera a mano y resistieran plumón, lápiz, lapicero de tinta seca negra, roja, verde o azul y en un sobre los pasajes, boletos, boletas de pago en hoteles, pensiones, restaurantes y cafés donde tenían escena y asiento las conversas terminadas, las que se quedaban a media caña y esas con los escondidos y disimulados recuerdos que era mejor tenerlos guardados lejos de los ojos de miradas ciegas y de oídos necios con palabras sordas para las que buscan y algunas veces le encuentran resquicio y colarlas a la jugada en que no tienen ficha ni caja de repuesto para chapar la esquina que no les daban en la mesa de las sillas justas a la que con las maracas pesadas se colaban arrimando banquito de tres patas, intentando creer que podrían amarrar mano en el hilván en que no hacen nudo porque no dan puntada. Y no pueden, llegan con ese torpe molde que les da forma y pone sello con la absurda necedad de querer poner pie en tierra donde no tienen agua ni amasan barro.
Y les es difícil, porque esas mesas aseguradas en los permanentes territorios transitorios buscados, creados, inventados son para compartir historias y leyendas como las que guarda la camisa de franela que tranqueó bares, se asomó a salones y rincones, cruzó caminos, trochas, linderos, veredas y escuchó de las huellas que protege el Apu Jasha cerca de las comarcas donde es verde el horizonte; remontó ese río inagotable que cruza el pongo y por los remolinos no nos lo dejan pasar; se hizo a la vela navegando los anchos lagos de chicha y agua dulce.
Con calma, después de jugar en sus propios mares de espejo con musgo y papel lustre azul caminó en el puerto donde acoderan las palabras nave y como torres de raros picarones se apilan las llantas que anuncian la cercanía del restaurante con su nombre en letras fuertes, las pequeñas juguetonas y coloridas anuncian el variado menú de la cena que sirven con cuchara grande como el afecto y el contento buenas noches, lo de siempre o queremos cambios.
Ahora que vengan los vientos se enroscarán los secretos con el rumor del arco iris que también sabe ser negro cuando lo pide el otorongo y lo secunda el chirriclés con su pasito de desfile dibujando el que será un primer trazado para los mapas después destejidos y vueltos a componer desde esta silla en que descanso para escoger las fotos que vienen con color de sabor, con huella de ruta y esa otra que uso por la frase que es marca, le guardo el crédito, y la uso porque es cierta, pero para repetirla le doy un pequeño twist y digo, estoy aquí en la 25, soy feliz, es real.
coresycalana@hotmail.com
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