¿Sobrevivirá el Perú?

Muchos analistas y varios congresistas aseguran que no se obtendrán los votos necesarios para vacar a Pedro Castillo. El fundamento de este pesimista pronóstico es que la guardería de Palacio de Gobierno alberga a muchos niños más que los seis que denunció la lobista Karelim López. Puede ser. Aunque en el Perú nunca se sabe.

Pocos esperaban que el entonces popular Martín Vizcarra, respaldado al unísono por la mafia caviar y la mayoría de medios de comunicación –la coalición vizcarrista- fuera expectorado del gobierno. Y ocurrió. Tampoco se auguraba, pocos días antes de la votación, que Pedro Pablo Kuczynski (PPK) sería expulsado, hasta que estalló la bomba fabricada por el congresista Moisés Mamani y su par, el indescriptible Daniel Salaverry. Castillo ha superado largamente en causales de vacancia a los dos anteriores.

El de PPK no era un mal gobierno, ni tampoco estaba infestado por la corrupción, pero la impericia política de sus integrantes no pudo impedir que un Congreso con una mayoría obstinada lo desalojara.
El Lagarto tuvo una pésima gestión y provocó una catástrofe evitable, por su atroz ineptitud al enfrentar la pandemia, provocando el mayor número de muertos por millón de habitante en el mundo.

Fue vacado con toda razón, aunque el gobierno de su legítimo sucesor, Manuel Merino, negligente políticamente, fue derrocado por la coalición vizcarrista que colocó en su lugar a la camarilla más típicamente caviar que se conozca, la que finalmente dejó como herencia al más desastroso gobierno de la historia republicana, que concentra todos los vicios y defectos acumulados en el pasado y todas las perversiones que ha copiado de sus congéneres del socialismo del siglo XXI en América Latina.

Si bien la vacancia está establecida en nuestra Constitución desde 1839, se ha empleado solo en los últimos años, al igual que en la mayoría de países de América Latina. En efecto, desde 1992, cuando en Brasil Fernando Collor de Mello inauguró esta seguidilla de presidentes destituidos –son casi dos decenas ya-, se ha utilizado este mecanismo, incluido en prácticamente todas las cartas de los países con sistemas presidencialistas, para resolver crisis políticas agudas.

Esto ha sucedido porque la anterior manera de solucionar las crisis, los golpes militares, fueron prohibidos por los Estados Unidos y la comunidad internacional desde principios de la década de 1980. No es que de pronto toda América Latina desarrollara una alergia a las intervenciones castrenses, sino que la imposición internacional los disuadió con eficacia. No obstante, como es obvio ahora, el mundo ha cambiado mucho en estas cuatro décadas.

Finalmente, repito lo que dije ayer en “El Reporte”: Si todas las instituciones y la ciudadanía no reaccionan ahora frente al daño monstruoso que la gavilla encaramada en el gobierno está ocasionando al Perú, mereceremos nuestro destino de no sobrevivir como nación independiente y convertirnos en colonia de una república bananera como Cuba y de recibir órdenes de iletrados corruptos como Evo Morales y Nicolás Maduro.

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