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Solidaridad que salva vidas

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Fecha Publicación: 16/08/2025 - 22:20
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Cada 19 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, establecido por la ONU en memoria de las 22 víctimas que perdieron la vida en el ataque al cuartel general de Naciones Unidas en Bagdad en 2003. Esta fecha busca rendir homenaje a quienes trabajan en contextos de crisis y recordar que la ayuda humanitaria no solo brinda alivio inmediato, sino que también representa un acto de esperanza y dignidad para millones de personas en el mundo.
A nivel global, la asistencia humanitaria se ha convertido en una necesidad constante frente a guerras, desastres naturales y emergencias climáticas. Según datos de Naciones Unidas, en 2024 más de 300 millones de personas requirieron ayuda humanitaria o protección debido a conflictos, desplazamientos forzados y fenómenos extremos cada vez más frecuentes.
Sin embargo, los fondos disponibles suelen ser insuficientes frente a la magnitud de las crisis, lo que hace urgente un esfuerzo internacional más coordinado y sostenible para llegar a las comunidades en riesgo.
En el caso de Perú, la ayuda humanitaria ha sido clave para atender a poblaciones golpeadas por emergencias recurrentes como las heladas y friajes en la sierra sur, que afectan cada año a millones de personas. En 2024, más de 2.3 millones de peruanos estuvieron expuestos a temperaturas bajo cero en regiones como Puno, Cusco, Ayacucho y Huancavelica, con graves consecuencias en la salud de niños y adultos mayores, además de pérdidas agrícolas y ganaderas.
Del mismo modo, los desastres asociados al Fenómeno de El Niño han generado inundaciones, destrucción de viviendas y brotes de enfermedades, requiriendo intervenciones inmediatas para mitigar el impacto en las comunidades más vulnerables.
La ayuda humanitaria en estos contextos ha sido vital para salvar vidas y atender las necesidades urgentes de abrigo, alimentación y salud. Campañas que distribuyen medicamentos en zonas altoandinas, o las brigadas de defensa civil que entregan carpas y alimentos, han representado un respiro para las familias afectadas.
Sin embargo, la magnitud de los desafíos evidencia que estas respuestas son temporales: no bastan por sí solas para reducir los efectos de emergencias que se repiten año tras año.
Por ello, el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria también debe ser una invitación a mirar hacia adelante. Más allá de agradecer a quienes asisten en los momentos críticos, debemos trabajar en prevención y resiliencia, invirtiendo en infraestructura adecuada, viviendas térmicas, sistemas de alerta temprana y programas de educación comunitaria.
El objetivo no debe ser depender siempre de la ayuda externa, sino fortalecer nuestras capacidades internas para que, frente a emergencias previsibles como las heladas o los desastres climáticos, las comunidades estén mejor preparadas y cuenten con herramientas que les permitan enfrentar la adversidad con dignidad y menor vulnerabilidad.

@sandrostapleton

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