Solo tres candidatos en primera vuelta
Así como en el Derecho Constitucional las palabras clave son racionalidad y proporcionalidad, en Política serían estabilidad y representación. La historia nos demuestra que, como regla general, los países con más de tres opciones electorales reales, capaces de alcanzar el gobierno, han caído en inestabilidad y crisis política. El sistema de partidos puede ser bipartidista o pluripartidista, pero solo dos o tres agrupaciones permanentes deben poder colocar a su candidato a la cabeza del gobierno, sea en un parlamentarismo como el inglés de conservadores y laboristas, el alemán de socialdemócratas y socialcristianos, o el español del PSOE, PP y VOX; o, en un presidencialismo como el norteamericano de demócratas y republicanos; e incluso el uruguayo del Frente Amplio, Partido Nacional y Partido Colorado.
Existe consenso en que el gobierno peruano no puede ser rifado entre 18 opciones, todas ellas carentes de apoyo significativo que le permita superar siquiera una cuarta parte de los votos en primera vuelta. Si volviera a ocurrir en las siguientes elecciones presidenciales, el destino del país volvería a quedar expuesto al azar, a la demagogia, al manejo de actas donde desaparecen los votos nulos y blancos, o mesas donde los miembros son reemplazados sistemáticamente por activistas remunerados con dinero ilegal. Es necesario limitar temporalmente el número de candidatos, mientras se recomponga de forma natural el sistema de partidos.
El fracaso de las primarias al interior de las agrupaciones con registro en el JNE demostró que esa reforma no es útil, pues fue dirigida contra el dominio de los “dueños” de “partido” y, sin embargo, fueron ellos quienes obtuvieron mayor participación. En nuestra realidad, lo ideal sería legislar en procura de primarias por encima de los actuales grupos de culto personal; por ejemplo, determinando que solo tres candidatos presidenciales puedan participar en la primera vuelta, elegidos en primarias abiertas en un mismo día, en locales habilitados para quien desee representar a la Izquierda, al Centro, o a la Derecha. El primer impulso sería inscribirse para participar en el Centro, pero allí la numerosa y exigente competencia obligaría al sinceramiento de los postulantes ideológicamente definidos, permitiendo un debate de ideas coherentes y no de simples “propuestas” inconsistentes, haciendo que cada ciudadano elija con mucha mayor información, de acuerdo a su verdadera ubicación política.
La primera vuelta sacaría de la carrera a uno de los tres, pero el perdedor negociaría su decisivo apoyo para la segunda vuelta, obligando al ganador a matizar su programa gubernamental e incluso, a componer un gabinete plural, otorgando así estabilidad política en beneficio de la economía del país.
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