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Fecha Publicación: 07/09/2025 - 21:00
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Puedo decir que recibí la visita de Kiro Sumerinde, como antes solían decir, “pagando la visita”, que en el último tercio del siglo anterior le hicimos con Queca Bergna y Malena Prado Sosa a su casa taller que entonces tenía en el trébol de Lurín, la autopista al sur. Quise mostrarles las piedras pintadas que Kiro, tenía como una de las líneas de su trabajo, que en estos días celebra los 50 años de su primera presentación internacional. En Guatemala, con Dora López y Pedro Fuertes, tuvieron sala en la Galería de Arte Dzunun. En año posterior recibió invitación para exponer en el Museo Ixchel. Regresó con tiempo suficiente para visitar repetidas veces la pirámide de Tikal y admirar el color de los tradicionales trajes regionales. Centro América le fue tierra grata. En Managua con la serie Emociones y pasiones recibió muy buena acogida en las galerías del Teatro Rubén Darío; acogida que se repitió en la Alianza Francesa de San José, Costa Rica. Para estos importantes lugares seleccionó entre sus óleos figurativos con temática andina, materia que le es muy cercana, por su lugar de nacimiento en Puno, próximo a San Gabán, la comunidad de Pakuhta, donde sus padres trabajaban en labores de pastoreo, siembra y cosecha que les permitía una “vida en extrema pobreza” con no escasos días sin comida pero con “ el gran alimento de los cantos que mi madre hacía en alta voz mientras caminaba, sembraba o cosechaba en las tierras de la hacienda que nos daba un galpón para vivir”.
En tercero de primaria escuchó los primeros derroteros de lo que sería su quehacer, el dibujo, la pintura. Su profesor le dijo, “Tú puedes ser pintor. En Lima hay una Escuela de Bellas Artes”. De Marcos Calsina, compañero de salón, que dibujaba, recibió apoyo, “y así me dije, quiero ser pintor”. Pasaron los meses y se encontró solo en Tacna, dando sus primeros pasos lejos de casa, a los que siguieron los que con doce años dio en Arequipa. “Fui aprendiz ayudante de jardinero, cuidé niños, sufrí el acoso del racismo que no le di paso. Tenía el recuerdo de las canciones de mi madre y mi decisión de ser pintor y ese querer ver más allá”. Cuánto tiempo ha corrido y está aquí, ahora, pintando, recordando, dibujando, proyectando hacia el futuro, que era parte de ese más allá que de niño quería ver y de grande sigue viendo, con la calma persistencia de quien tiene la seguridad y voluntad de ejecutar las ideas agarradas en la mano.

Me gusta atenderle mientras tomando un café va recordando la fresca visión que tiene de la ingeniería hidráulica del acueducto de Cumbemayo, en Cajamarca; de los misterios puestos en las antiguas construcciones en Guatemala, de su interés por la arqueología, el estudio del pasado y atisbar sobre la sabiduría, disciplinas y paisajes de edades que pertenecen a una cronología ya olvidada. Me alegra su intercambio de ideas con Jovanna Castro, amiga que lo acompaña, ella gestiona una interesante pizzería en Los Suspiros, urbanización de Lurín donde Kiro ahora vive, pinta y desarrolla el proyecto de un libro para el que pronto tendrá el planteo completo…Es sincero cuando dice no tengo formación académica, mi primera educación en el dibujo la recibí en los cursos y cuadernillos de dibujo artístico que recibía por correspondencia, a los que sumaron las informaciones recogidas en las páginas culturales de los diarios, comprando catálogos de exposiciones, recorriendo el Perú, visitando museos, investigando la vida y obra de los grandes pintores

Hemos quedado en tener una nueva conversación para darme una información de la que estaré más que muy agradecido al recibirla porque estoy seguro tendrá todo lo necesario como para ser tema de una próxima Crónica en que pondremos unos detalles que ahora estamos guardando.

coresycalana@ hotmail.com

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