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¿Sorbo amargo?

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Fecha Publicación: 22/08/2025 - 20:30
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Según el Centro de Comercio Internacional, el consumo mundial de café crece a un ritmo anual del 2.2% y podría alcanzar los 300 millones de sacos en el 2050. Sin embargo, detrás de esta aparente bonanza se ocultan problemas sistémicos y medioambientales que amenazan la sostenibilidad de la producción de este apreciado grano aromático.
Hoy, alrededor de 70 países producen café. Brasil, Vietnam, Colombia, Indonesia y Honduras concentran, en conjunto, el 75 % de la producción global. La variedad arábica representa el 60% del total, mientras que el consumo se concentra principalmente en la Unión Europea, Estados Unidos y Japón.
En el caso del Perú, nuestro café es reconocido por su aroma, sabor y diversidad de perfiles sensoriales. En los últimos años, hemos enfrentado una paradoja: bajos volúmenes de producción, pero precios internacionales muy atractivos.
La productividad de los cafetales está fuertemente condicionada al clima, más que por la aplicación de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Entre nuestros cuellos de botella destacan la insuficiente investigación para optimizar semillas y manejo agronómico. En cuanto a variedades, predominan las tradicionales como Caturra, Típica y Catimor, aunque en años recientes se incorporaron desde Colombia, la Castillo y Colombia, resistentes a la roya y de alto rendimiento.
El segmento de cafés especiales añade un valor diferencial, variedades como Bourbon, Pache, Geisha y Pacamara se cultivan en Cajamarca, Cusco, Junín y Amazonas. El Geisha, en particular, se ha consolidado como un grano exclusivo y de alto valor, muy cotizado en subastas internacionales, aunque su producción en el Perú se limita a pequeñas zonas de Cusco, Cajamarca y Junín.
Pese a esta riqueza varietal, la productividad es nuestra gran alerta. Mientras el Perú produce entre 13.7 y 16.3 quintales por hectárea, Costa Rica alcanza entre 18.4 y 22.2, y Colombia llega a 30.4 – 37 quintales por hectárea. La brecha no es casual: muchos de nuestros cafetales superan los 20 años de antigüedad, y aún hay amplio margen para mejorar la fertilización técnica y el control fitosanitario. A esto se suman el limitado acceso a crédito y asistencia técnica, la fragmentación de parcelas y la débil asociatividad.
La renovación de plantaciones con variedades resistentes y de calidad es urgente. Esta tarea debe acompañarse de líneas de crédito para pequeños productores, capacitación constante en BPA y promoción de la asociatividad.
La tecnología también debe incorporarse con decisión. Drones para monitoreo, sistemas de trazabilidad que aseguren calidad y aplicaciones móviles para la gestión de cultivos ya no son lujos: son herramientas indispensables para ganar competitividad.
En paralelo, la institucionalidad debe fortalecerse. Gremios, autoridades e instituciones técnicas necesitan coordinar y acelerar una agenda que lleva años en discusión. Reducir la informalidad es un desafío que no podemos seguir postergando.
En el frente externo, el mercado estadounidense presenta una oportunidad estratégica. Aunque aplica un arancel del 10% al café verde peruano, Brasil, nuestro principal competidor, enfrenta una tasa de 50%. Esta diferencia puede convertirse en una ventaja competitiva en precio y acceso, siempre que aseguremos calidad y volumen de forma consistente.
Aprovechar esta coyuntura requiere más que voluntad: exige planificación, inversión y visión de largo plazo. Si actuamos hoy, en pocos años podríamos no solo cerrar la brecha de productividad, sino consolidarnos como uno de los orígenes más respetados y rentables del café a nivel mundial.

*Presidente de la Asociación de Exportadores (ADEX)

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