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Soy una defensora del Lugar de la Memoria

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Fecha Publicación: 02/04/2023 - 21:20
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El pasado de un país y la forma como se cuenta esa historia, construye el futuro en la mente de los herederos de dicha nación. Yuval Noah Harari menciona algo muy interesante en su libro “Sapiens: de animales a dioses”: el lenguaje y la capacidad humana para generar relatos con base en ese lenguaje fueron la pieza clave para la dominación del mundo y la extinción de los neandertales.

En el Perú, un sector político que está muy interesado en grabar la palabra terrorismo en la mente de nuestras nuevas generaciones -no refiero que esté mal hacerlo, al contrario, me parece una excelente idea-, ha descuidado durante muchos años la narrativa efectiva en contra de ese discurso con el cliché: “las luchas del pueblo”, “conciencia de clase”. Ningún discurso ha sido tan retrógrado y fácil de destrozar como el de los izquierdistas que nacieron indignados y morirán indignados. Pero nuestra derecha es más bruta que achorada.

Me considero contraria al fujimorismo en diversas aristas. El fanatismo que destilan muchos fujimoristas es -hasta cierto punto- reticente.

Sin embargo -seré muy firme en esto-, no se puede comparar o igualar al expresidente y ahora preso, Alberto Fujimori, con el terrorista y genocida Abimael Guzmán. Argumentaré el por qué: Sendero Luminoso instauró el terror, la violencia en contra del más vulnerable y pobre para llegar al poder y, según ellos, representar y defender a esos pobres. Sendero Luminoso, dirigido por el terrorista Abimael Guzmán, estaba decidido a matar a quien se les cruzara en el camino para tomar el Estado y destruirlo.

Alberto Fujimori ganó las elecciones presidenciales e ingresó al poder de forma constitucional. La guerra contra el terrorismo fue una decisión legítima para defender al Estado.

Lo anterior no niega ni elimina los delitos cometidos durante su primer gobierno y posterior dictadura, aspectos importantes a tener en cuenta antes de absurdas comparaciones y la creación de narrativas que pretenden poner en el mismo saco a ambos lados de la historia. Es por estos argumentos que el Lugar de la Memoria, en lugar de desaparecer, debería recibir una reingeniería para extirpar de todos los rincones, desde la recepción hasta la conserjería, a los camuflados caviares y simpatizantes de la “conciencia de clase” disfrazados de sociólogos.

El Lugar de la Memoria es una excelente arma para escribir y contar esa historia. Es el arma perfecta para grabar la palabra “terrorismo” en la mente de nuestros herederos, que por obligación curricular deben asistir y escribir ensayos sobre diversos museos. A la izquierda no le gusta hablar de terrorismo porque les salpica por todo el cuerpo y discurso; pero son buenos para contar una historia con contenido falso y dramatizado.

La derecha -como dije- es más bruta que achorada, odia demasiado rápido. Pero ha nacido una nueva generación de derecha que prefiere usar el raciocinio antes que la vena en el ojo. “No odies al enemigo, eso nubla tu razón”, decía la inteligencia de Michael Corleone. Esta es nuestra oportunidad para contar esa historia. Salvemos el Lugar de la Memoria.

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