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Sudáfrica pierde los papeles internacionalmente

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Fecha Publicación: 03/02/2024 - 21:10
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Mientras alistaba mi columna para hoy domingo para dedicarla a exclusividad a relievar la decisión soberana de la República de Panamá de respaldar esta semana que pasó, la iniciativa del reino de Marruecos de la autonomía en el Sahara, constituyendo por cierto, un completo espaldarazo desde esta parte central de América, a la firme posición de Rabat, a la que se han venido sumando mayoritariamente las naciones del globo, entre las que debo relievar por su connotación en la política mundial, los Estados Unidos de América, España, Israel, Alemania, etc.,

–el Perú debe seguir dando pasos en ese mismo camino–, me percato de la impertinente y desesperada medida del gobierno de Sudáfrica, el país más austral del continente africano, de invitar a Pretoria, al enviado especial del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas para el Sahara Occidental, Staff de Mistura, constituyendo a mi juicio, al tiempo que una invitación descalificada, una aceptación por parte del diplomático de Mistura, impropia.

Una regla de oro de la diplomacia multilateral es el equilibrio de sus actores visibles, pero lo es más en tono hasta de exigencia, cuando se trata de posiciones que giran alrededor de disputas o controversias que vienen siendo objeto de tratamiento en la ONU, en su condición de mayor foro político del planeta, como sucede en el caso que abordo, pues el asunto del Sahara es objeto de tratamiento desde su naturaleza constitutiva de una controversia o disputa en el marco de la IV Comisión Especial de las Naciones Unidas en la que discurren estricto sensu argumentos desde el derecho internacional y las relaciones internacionales sobre el referido espacio del Sahara, como me cupo haber participado, en octubre de 2023, en mi condición de petitioner (peticionario), junto a otros juristas del mundo, en favor de la referida autonomía del Sahara marroquí.

De allí que Sudáfrica, que ya sabemos que mantiene una postura ajena al derecho internacional al reconocer a la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) –cuando fui canciller, el 18 de agosto de 2022, el gobierno del Perú rompió definitivamente con esta entidad–, vuelve a tropezar con su reiterada desconcertante postura.

Aunque el gobierno de Sudáfrica tiene todo el derecho de llevar adelante impulsos soberanos internacionales como incoar a Israel del delito de genocidio sobre la población de Gaza ante la Corte Internacional de Justicia –que por cierto el tribunal por sus recientes medidas provisionales las ha desoído, por ahora, constituyendo un revés para Pretoria–, no cabe la menor duda, que las participaciones sudafricanas para llamar la atención de la comunidad internacional, han resultado fallidas, debilitando su rol en la política internacional.

En el fondo, Sudáfrica viene siendo impactada por la progresiva pérdida de su hegemonía en África, particularmente en el espacio del océano Atlántico, debido a la imparable emersión económica de Marruecos, cada vez más empoderado en esa región y con una proyección geopolítica relevante.

La crítica situación de la política exterior de Pretoria, de hecho van perdiendo valiosos espacios en los bloques de países africanos estratégicos, así como su referido debilitamiento geopolítico, aunado a la realidad geográfica de hallarse ubicado el país en el extremo más meridional de África, nos debe recordar que la premisa del impacto que produce una reducción del predominio geopolítico lleva a ciertas naciones a actuaciones desequilibradas, como ha pasado también a Argelia, que tiene una innegable obsesión por la costa atlántica marroquí, lo que explica que su apoyo al Polisario y en definitiva a la referida inexistente jurídicamente RASD, no es gratuita.

No será difícil para mis lectores, en consecuencia, verificar que la reciente inaudita medida de Sudáfrica, invitando al enviado especial del secretario general de la ONU, tampoco lo es. La afloración de sus vulnerabilidades como Estado parece haberse vuelto incontrolable y eso también, perdiendo los papeles, es malo para su proyección africana e internacional.

(*) Excanciller del Perú e internacionalista

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