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Sueños de Carla

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Fecha Publicación: 21/07/2020 - 21:40
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Con unas palabras liminares del excelente poeta nacional y presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Marco Martos, y con una crítica y poema de contratapa del poeta Róger Santiváñez, aparece el primer libro de Carla Vanessa bajo el sugerente título de Sueños de Carla. Bergantín es el sello editorial que la cobija, del que nos promete conocer su historia más tarde. Tito Renteros, artista y y baterista de la banda de rock Los Protones, es el diseñador del libro que incluye también gráficas de Carla Vanessa, en una pulcra y hermosa edición cuya carátula evoca el sueño de una mujer que vive en poesía y que mira la vida como si de un sueño extraño pero al mismo tiempo propio se tratara.

Lázaro, levántate y anda, dijo el Señor. “Dí, recuéstate Lázaro. No te levantes”, dice Carla Vanessa. Algo pasó en la carretera 61 y sus sueños lo saben. Y también Jehová. “…porque yo quise ser ese hombre barbudo ante quien millones de seres se encomiendan antes de dormir, yo quise tocar su mejilla espolvoreada por miles de promesas baratas, al menos ser una ladilla en su bigote. Galilea, Samaria y sus caminos tostados por el sol, no me miren que sus palabras son cuchillos que dejan caer el telón antes de tiempo. No me mires que no te miro sin moverte contemplando cómo tus hijos están fabricando tu tumba en tu propio jardín”.

Los sueños son como pesadas lágrimas y Carla las ha visto “Lagañas como cemento que no me deja ver”. Pero despierta muchacha: “Lázaro fue por su armónica a la carretera 61 y yo aquí esperando noticias sobre violines eléctricos.” Y mientras llega aquel a quien en representación de todo el mundo invitaste a recostar, recuerdas: “Qué triste es andar un camino del que no sabes dónde termina y dónde empieza”. Y yo que también rezo aprenderé de ti y diré: “Es mi cuarta oración/ en esta tierra confusa/ sin nada que quitar o que entregar/para salvarme”.

La poesía de Carla Vanessa tiene un timbre de voz inconfundible. Y un miserere por alguien que ya no está, que tal vez no estuvo nunca, que quizás es ella misma: “El vestido que me orlaban tus romanzas / es una túnica oscura e incansable”. Por eso -y sólo por eso creo yo- “mi testamento son con cuatro versos mal hechos/en una botella flotando en el drenaje”.

Los sueños de Carla me interrogan. Pero sus despertares me conmueven: “Oh Señor/ bendíceme porque no sé en qué lado estoy” “Oh Señor/ bendíceme porque no he muerto” “Despiertas/ no has podido morir muy bien.”

Que el Señor- sea el que sea- te bendiga. Y el poema.