Tacna y el arte de la resistencia
Tacna volvió al Perú el 28 de agosto de 1929 gracias al arte de la resistencia de los tacneños. La política pública de transculturación ejecutada por Chile en Tacna, Arica y Tarapacá resultó imposible de consolidar, ya que fue enfrentada por la resistencia peruana liderada por el pueblo. Al concluir la Guerra del Pacífico, Tacna fue incorporada y administrada por Chile mediante el Tratado de Ancón de 1883.
Por dicho acuerdo, el Perú se comprometió a ceder Tarapacá a Chile de manera incondicional y perpetua, y a ceder Tacna y Arica por diez años, al cabo de los cuales debía realizarse un plebiscito en ambas poblaciones para decidir su permanencia en Chile o su retorno al Perú. Sin embargo, tal plebiscito no se llevó a cabo y fue sustituido por el Tratado de Lima de 1929. Las ciudades originalmente peruanas vivieron en cautiverio entre 1883 y 1929.
Se trató, en realidad, de medio siglo de resistencia, llevada a cabo con la sabiduría de un acatamiento aparente.
Durante ese tiempo, Perú y Chile libraron una auténtica guerra cultural de peruanización y chilenización en las ciudades ocupadas. Este artículo se basa en el enfoque de las resistencias exitosas llevadas a cabo por el pueblo malayo y otros pueblos en la esfera privada e, incluso, de manera oculta. La referencia bibliográfica es la siguiente: James C. Scott (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. México: Ediciones Era.
El profesor universitario Scott propone el arte de la resistencia a partir de la distinción entre el “discurso público de la dominación” y el “discurso privado de la resistencia”, y enseña que “la idea de un discurso oculto nos ayuda a entender esos raros momentos de intensidad política en que, con mucha frecuencia por primera vez en la historia, (llega el día en que) el discurso oculto se expresa pública y explícitamente en la cara del poder”. Esta fue, en verdad, una de las lógicas más importantes de la resistencia del pueblo de Tacna y Arica.
Chile no quiso llevar a cabo el plebiscito porque sabía que lo perdería, pues su política de aculturación no pudo vencer la resistencia tacneña. La guerra militar dio paso a una guerra cultural: Chile intervino, sobre todo, en la esfera pública de la vida, utilizando todas las instituciones del Estado y de la sociedad civil que le fue posible controlar.
Así, los mecanismos de la chilenización se ejecutaron en las instituciones centrales de la reproducción cultural de aquella época, como la iglesia católica, el servicio militar obligatorio y los colegios públicos de educación básica regular. Esta política de aculturación alcanzó su pináculo en 1910, con motivo de la celebración del centenario de la independencia de la República de Chile.
Dicha celebración de la chilenidad implicó la modernización del país del sur, con obras de alcantarillado y alumbrado público. La significativa modernización de Chile debía impactar en el proyecto de vida de los peruanos cautivos. Es más, en dichas ciudades se crearon las denominadas Ligas Patrióticas, que ejercieron un lenguaje hegemónico y un comportamiento compulsivo.
El Perú, por su parte, recurrió a la resistencia en la esfera privada de la vida de los peruanos, apoyándose en profesores y sacerdotes que resistieron de manera individual y, sobre todo, en las familias tacneñas, que se constituyeron en los núcleos básicos de la resistencia.
El 3 de junio de 1929 se firmó el Tratado de Lima y, finalmente, el 28 de agosto de ese mismo año, Tacna retornó al Perú gracias al arte de su resistencia.
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