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Tal cual, ¿y qué?

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Fecha Publicación: 09/11/2020 - 19:50
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Uno de los enigmas que siguen tras leer a Charles Bukowski (1920) y sobre el realismo sucio que no abandonó, es que antes de morir practicó la meditación trascendental y oficiaron sus funerales tres monjes budistas. Ninguna relación con la espiritualidad tenía el escritor al que no le importaba mejorarse en nada. Alcohólico, vicioso, putañero y, desde luego, hábil en confrontar. Su obra fue rechazada durante décadas por “obscena”, filuda para la susceptibilidad, incluso de una generación que ya se liberaba.

Su epitafio dice “No lo intentes”, quizás porque nunca intentó ser más que él mismo en una sociedad que le exigía ya en sus cincuenta ese recato que debe un triunfador flamante y tardío porque, vale decir, que el escritor se consideró siempre un perdedor. Así se asumió durante los años en que fue cartero y escribía mucho y sus letras eran rechazadas. Condenado aparentemente al fracaso, un editor independiente vio en él un potencial incalificable y no se equivocó. 1969, John Martin de Black Sparrow Press le ofreció una renta vitalicia de cien dólares mensuales si se dedicaba a escribir. Él prometió seguir siendo él mismo, genuina aunque perturbadoramente libre, autodestructivo y vulgar. La decisión fue fácil para quien lindaba el abismo y le importaba poco alejarse de él. Por eso dejó nota de su decisión: “tengo dos opciones, seguir en la oficina de correos y volverme loco… o irme y ser escritor y morirme de hambre. He decidido morirme de hambre”.

Nadie opta así tan fácil, cuando la vocación de escritor debe combinar con otros oficios, trabajos, profesiones, patrimonio, heredad, etc. Los libros no venden y si alguna vez vendieron fue para las editoriales transnacionales, el escritor solo es una marca útil, aunque la suerte de Bukowski habría que estudiarla, con el tiempo vendió millones. Lo invitaban las estrellas de Hollywood, aunque era tal cual, solo escribió sin embriagarse (esa clásica botella y media) cuando le diagnosticaron cáncer, un año antes del fin.

Curiosa la presencia de aquellos monjes budistas en su funeral, él decía que Siddartha lo seguía; él, que representan el desapego, la privación de los deseos; ideales improbables en una sociedad como la del escritor, tan realista y mundano como procaz. Quizás la respuesta se contiene en el título del libro de Mark Manson en cuyas primeras frases Bukowski aparece como una sombra fugaz: “El sutil arte de que todo te importe un carajo”.