Teoría de la Disuasión en Conflictos Actuales
La teoría de la disuasión, concepto estratégico en las relaciones internacionales, busca prevenir conflictos mediante la amenaza creíble de represalias severas. La premisa básica sostiene que un adversario evitará acciones ofensivas si percibe que las consecuencias superarían cualquier posible beneficio. Pero, en un mundo caracterizado por conflictos asimétricos, actores no estatales y guerras híbridas, la validez de estas teorías debe ser reevaluada.
La disuasión fue el pilar estratégico de seguridad entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Estrategas como Thomas Schelling y Bernard Brodie afirmaban que la posesión de armas nucleares por ambas superpotencias evitaría un conflicto directo, bajo la premisa de la “destrucción mutuamente asegurada” (MAD). Un ataque nuclear que desencadenaría respuestas devastadoras, garantizando la destrucción de ambas partes, servía para frenar toda iniciativa.
Los principios se centraban en escenarios donde la capacidad para infligir daños catastróficos fuera demostrable; amenazas creíbles y riesgo de escalada incontrolable en ambos bandos. Pero en el siglo XXI, la proliferación de actores no estatales, guerras híbridas y conflictos regionales complejos pone en duda las capacidades disuasivas.
China ha incrementado su presencia en el Mar del Indopacífico, reclamando territorios y ejerciendo presión militar sobre países como Filipinas, amenazando además con invadir Taiwán. Las tácticas de “zona gris”, como la construcción de islas artificiales e intimidación sin combates abiertos, dificultan la aplicación de la disuasión tradicional. China mide sus acciones para evitar confrontaciones directas con Estados Unidos y sus aliados, restando efectividad a las represalias convencionales. Los enfrentamientos nucleares directos son improbables, haciendo irrelevante la destrucción mutuamente asegurada.
La invasión rusa a Ucrania demostró la ineficacia de las sanciones y el aislamiento internacional para frenar el conflicto. Putin, insinuando la posibilidad del uso de armas nucleares, complica cualquier respuesta occidental, limitando las opciones militares directas. Rusia ha mostrado estar dispuesta a asumir altos costos para alcanzar sus intereses estratégicos en Ucrania, demostrando una valoración de costo-beneficio distinta en cada bando.
En Oriente Medio, la presencia de actores no estatales y guerras proxy complica la disuasión. Irán apoya a Hezbollah en Líbano y a los hutíes en Yemen, expandiendo su influencia contra Israel o Arabia Saudita. Estos actores, al carecer de territorios o infraestructuras tradicionales vulnerables, están dispuestos a asumir altos riesgos, impidiendo la aplicación de medidas disuasivas convencionales. Además, tácticas como ciberataques, desinformación y acciones encubiertas dificultan una respuesta directa, erosionando la credibilidad de las amenazas disuasorias.
La teoría de la disuasión supone que los actores son racionales y que sopesan el costo-beneficio; sin embargo, los grupos motivados por ideologías extremistas tienen prioridades distintas a la supervivencia estatal. Irán utiliza proxies que ejecutan ataques anónimos a distancia, misiles, drones o guerras cibernéticas para evitar enfrentamientos directos, diluyendo responsabilidades y complicando la disuasión. Los conflictos asimétricos entre potencias convencionales y guerrillas o grupos terroristas incrementan la amenaza.
La teoría de la disuasión debe adaptarse a nuevos actores y escenarios. Los conflictos frente a guerrillas, guerras híbridas y tácticas de zona gris hacen necesarias estrategias que combinen disuasión con diplomacia, cooperación internacional, fortalecimiento de capacidades, ciberseguridad y operaciones especiales. El objetivo es mantener la estabilidad global, previniendo conflictos en un entorno internacional cada vez más complejo.
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