Tercer domingo de Cuaresma
Queridos hermanos, nos encontramos ante el domingo tercero de Cuaresma. La primera lectura es del libro del Éxodo y nos dice: “Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo: “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.” Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: “Moisés, Moisés.” Respondió él: “Aquí estoy”. Y añadió: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.» Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. El Señor le dijo: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”.
Que importante es la respuesta que da Moisés, “Aquí estoy”. Al igual que a él, Dios nos llama, a ti y a mí, con un propósito, hacer su voluntad. ¿Qué podremos responder? Aquí estoy, Señor. Dios ha visto nuestra opresión, nuestros sufrimientos. Muchas veces sufrimos, porque no podemos amar, porque no aceptamos a nuestras esposas, esposos, hijos, nuestro trabajo, vida y nuestra propia historia. Dios nos dice: “Soy el que soy". Es Él quien irá delante de nosotros, quien nos ayudará a arrancar de nuestras vidas al enemigo más grande del hombre, el demonio, quien nos hace ver la vida de otra manera. El Dios de nuestros padres, de Abraham, de Isaac, de Jacob, tiene el poder parta cambiar nuestras vidas y darles un sentido. ¡Invócale y verás que es verdad!
En el salmo 102 cantaremos: “El Señor es compasivo y misericordioso. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”. El salmo nos presenta a Jesucristo, el Dios de los oprimidos, quien ha venido a liberarnos.
La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Corintios dice: “No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo”. Cuando comemos el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos transformamos, así experimentaremos el poder de Dios contra el demonio. “Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”, así finaliza esta Palabra. Hermanos, es muy claro, la conversión es diaria. No podemos estar seguros de nosotros mismo, porque como lo dicen los santos, en cuanto menos te lo pienses, traicionamos a Dios, esta es la naturaleza humana.
El evangelio es de san Lucas: “Se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. El Señor nos llama hoy, a la conversión total, es decir, dejar atrás nuestra hipocresía, nuestra falta de libertad. Dios nos invita a ser libres, no para depender de los demás. Jesús les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. ¿Qué fruto espera ver en nosotros, Dios? La misericordia, el perdón, la donación al prójimo. Dios quiere ver frutos en nosotros. Nuestra historia muchas veces necesita de ese abono para poder quitarnos las vendas de los ojos. El Estiércol simboliza eso que no queremos ver, que rechazamos, como puede ser una enfermedad de cáncer, la pérdida de un ser querido, el abandono. Todo ello tiene un sentido, para quien lo ve con los ojos de la fe. Todas esas circunstancias de sufrimientos, viene en nuestra ayuda para propiciar un encuentro con Jesús de Nazaret.
Los invito en este tiempo de Cuaresma, a convertirnos de corazón. Que la bendición de Dios este con ustedes y sus familias.