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Testimonio personal

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Fecha Publicación: 12/05/2020 - 21:50
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Me emocionó su foto con la bandera peruana desplegada en sus manos, antes de descender del avión que lo llevó a Iquitos en donde se quedará dos semanas, afrontando, con un equipo de valerosos profesionales de la salud, lo peor de la pandemia y en su epicentro nacional. La mortalidad allí es del 10 por ciento mientras que en el resto del país no llega a 3 y la hospitalización bordea el 50 por ciento de los casos, 30 puntos más que en cualquier región, incluyendo Lima.

Se trata del Dr. Óscar Ugarte Ubilluz, exministro de Salud, actual gerente central de operaciones de EsSalud y miembro del Comando de Operaciones de la Covid-19. A sus 75 años, pertenece al grupo del adulto mayor varón en donde el coronavirus ha hecho sus mayores estragos y en donde, asimismo, se concentra la más alta tasa de mortalidad de la pandemia en el mundo.

Ayer vi otra foto, también edificante. Él, al pie de la ambulancia, despidiendo a sus colegas médicos graves que han venido a Lima para su tratamiento. A centímetros de ellos, casi temerariamente, supervisando el proceso de traslado y honrando los juramentos que hizo hace tantos años.

El personal de salud – médicos, enfermeras y técnicos- está en la primera línea de combate de esta guerra contra el enemigo invisible. Ya nada será igual después de que termine. Casi todo ha cambiado de formas y de nombres. La solidaridad tiene el color blanco de una bata, de unos guantes, de un uniforme y el olor tan característico de los quirófanos en donde se salvan vidas.

Ugarte sabe lo que es el valor, la única virtud de la que son capaces los hombres, según Borges. En la guerra de 1941 contra el Ecuador, su padre, militar de carrera, luchaba en nuestro ejército. Pero no lo hacía solo. Al lado suyo y de sus compañeros de armas, estaba su mamá, acompañando en las trincheras a su esposo que cumplía su deber de soldado y de patriota. Las trincheras ahora son otras pero los deberes los mismos y hay que cumplirlos.

La pandemia ha recrudecido en Iquitos. Son muchos los factores y demasiados los descuidos. Carencias de décadas lo acosan. En medio de la descomunal vegetación de sus bosques y parajes cercanos, mucha gente no puede respirar. El oxígeno que brota a raudales de sus ríos, escasea en los hospitales y las postas. Cosas de la pobreza y de la indiferencia. Gritos que no se escuchan, silencios cómplices…

La batalla de Iquitos tiene el nombre de Ugarte y el de sus compañeros del sector Salud que están allí para dar la cara por sus instituciones, por su país, por ellos mismos. Para despedir a los muertos de la pandemia que son los muertos de la soledad. Para honrar la memoria de los colegas que se fueron abatidos por esta peste. Para reivindicar un sector tan olvidado como escarnecido.