Ticlio Chico
¡Qué desolado horizonte en estas mañanas que no quisiéramos que amanezca! Estas son las alboradas que más parecen “tardes pardas y frías de invierno” que llegan pintadas con su desagradable gris y se apoderan a empellones de cada espacio desplazando todo a su paso. A pesar de tamaño castigo, en Ticlio Chico, los pobladores nos dan una lección de vida, su valentía se sobrepone, ante todo y ante todos. En Ticlio Chico el clima se ensaña como castigándonos con las extremas temperaturas bajas, en temporadas “normales” la temperatura desciende hasta los 12 °C. Sin embargo, estos días de otoño que más parecen sombras disfrazadas con brillos de mentira, las temperaturas van en caída libre: cada mañana es más fría que la anterior. Todo es “Frío, frío como el agua del río” y el “Agua caliente de la fuente” es apenas el triste verso de un poema que nadie quisiera escribir.
Los entes responsables del tiempo reportan sobre la sensación del frío en Lima, y anuncian que estas temperaturas descenderán aún más. Usted no imagina lo que es padecer el frío en Ticlio Chico, donde la mayoría de las casas son de madera, cartón y calamina. Felizmente, tienen dibujadas una puerta que está siempre abierta para recibirnos. Nuestra indiferencia con sus pobladores es también tan grande que no hemos sido capaces de construir ciudades habitables y solo aparecemos ante ellos, con un montón de cámaras y flashes, entregando una frazada y mostrando sonrisas tan falsas como nuestro amor y solidaridad con ellos. En Ticlio Chico, los niños antes de aprender a hablar y caminar aprenden a lidiar con el frío y la indolencia y aprenden a conservarlo como trofeo si por casualidad un rayo de sol penetra en sus hogares. William Shakespeare seguro los imaginó y escribió: “Sopla, viento invernal, / pues daño nunca harás / como la ingratitud. / Tu diente es menos cruel, / porque nadie te ve, / por rudo que seas tú”.
Ojalá seamos capaces de voltear la mirada, inclinarla un poquito en otras direcciones, ojalá caminemos unos metros más allá de nuestras puertas. De ser así nos daremos cuenta de la crueldad del frío y de la valía de un rayo de sol en días grises. El mensaje sencillo y profundo del poeta Antonio Colinas lo resume todo: “Hay demasiado frío / esta tarde en el mundo. / Pero abro la puerta a mi perro / y con él entra en casa calor, / entra la humanidad”.
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