¿Tiene prioridades el presidente Vizcarra?
“Preparémonos para lo peor; roguemos por lo mejor”, es la esperanzadora frase a la que se apela en víspera de algún mal presagio. Como el que ha generado el Covid-19. A esto apunta el padecimiento de millones de peruanos confinados en sus hogares; en unos casos encerrados en espacios mínimos sin agua, luz ni confort alguno; en otros con mayor bienestar. Pero en todos los ejemplos, sacrificando el principio vertebral de la libertad de movimiento. Una privación ofrendada a cambio de librarse del contagio de un virus -que inclusive, puede llegar a ser mortal- donde todos deben comportarse de acuerdo a las normas que emita el Estado. Pero ayer comprobamos que no es así.
Bastó el anuncio del presidente advirtiendo que Jueves y Viernes Santo está prohibido circular para que ayer martes las calles aledañas a mercados y supermercados, desde Huaycán hasta Miraflores, amanecieran abarrotadas de mujeres esperando ingresar a los establecimientos para realizar sus compras. En algunos casos, impresionantes multitudes agolpadas sin respetar la distancia mínima para evitar contagios; en otros menos cercanas. Pero en todos, quebrantando el principio de separación advertido por los especialistas. Nuevamente ha primado la improvisación del gobernante. El manejo ciudadano merece total respeto de las autoridades, reflejado en la planificación de las disposiciones que dicte el gobierno. Condiciones que, obviamente, soslayó en forma temeraria el presidente Vizcarra en su imprevisto rol de sabelotodo desbordado por un sustantivo afán de figuración. Sin duda ayer el país perdió muchísimo del sacrificio que ha aportado la ciudadanía quedándose en sus domicilios. Porque al amontonarse –sin respetar la distancia exigida- mujeres que pudieron estar contaminadas del Covid-19 (aunque sin revelar síntomas) a aquellas que no lo estuvieron, habrían transmitido la plaga sabe Dios a cuánta gente que ha permanecido respetuosamente confinada a lo largo de estas cuatro semanas de cuarentena que llevamos guardando los peruanos.
Dicho esto, no debemos perder de vista los malos augurios de la comunidad mundial respecto a la crisis socioeconómica que ha desatado la pandemia Covid-19. Sin duda el desempleo es la primera consecuencia. Acá jamás podremos cuantificarlo, debido a la falta de estadísticas y a la desbordante informalidad. Aunque especialistas globales prevén que hasta 30% de la población internacional quedará sin trabajo. Mayor al 25% que dejara la Gran Depresión de 1930. Kristalina Georgieva, cabeza del FMI, habla de “La hora más oscura de la humanidad. El FMI jamás ha registrado la paralización simultánea de toda la economía mundial (como ocurre ahora).”
En medio de este drama, amable lector, el presidente Vizcarra continuaría pensando en qué hacer con el Congreso (no logra dominarlo); las elecciones 2021 (acaricia la idea de postergarlas); en cómo direccionar a la fiscalía, Sunat y Diviac para silenciar a la oposición; en cómo manejar el escándalo Lava Jato; en cómo financiar a la prensa venal; y, sobre todo, en cómo consolidarse en el poder aprovechando la oportunidad de esta tragedia que mantendrá distraído –y sometido a sus ucases- al ciudadano. ¿Estas son prioridades de quien, se supone, salvará al país del coronavirus?