Tiene que implosionar
El fiscal Germán Juárez Atoche ha programado para el 3 de noviembre a las 10 de la mañana la manifestación de Martín Vizcarra sobre el soborno de 2 millones 300 mil soles al entonces presidente regional de Moquegua por las obras públicas Lomas de Ilo y Hospital de Moquegua. Las empresas ICCGSA y Obrainsa, por interpósitas personas que se han convertido en colaboradores eficaces, incluido probablemente el exministro de PPK José Manuel Hernández, quien fue el que llevó a Vizcarra a la campaña del expresidente con arresto domiciliario, lo han señalado y otorgado pruebas, hechos y ruta del dinero con lujo de detalles. Esto ha puesto al Presidente en una situación que diríamos imposible si supiéramos a ciencia cierta cuál sería la conclusión lógica e ineludible de su destino. Pero nada es seguro pues muchas fichas se mueven en el tablero. Una pandemia global que ha causado millones de infectados en el mundo y cientos de miles de muertos, arruinando economías antes de primer mundo. Un país como el Perú donde esa pandemia ha sido una de la peores tratadas con el récord de muertos por millón de habitantes y en el top ten de los países más afectados del concierto de las naciones. Una nación saliendo a duras penas de la anormalidad de la inmovilización social e insertándose a paso lento a la economía que no quiere tener más problemas que los que ya le ha puesto la naturaleza.
Elecciones generales para el cambio de autoridades de paje a presidente a la vuelta de la esquina, para ser más exacto a escasos seis meses, el 11 de abril. Una opinión pública lobotomizada durante años por los medios de comunicación adláteres de Vizcarra a cambio de las dádivas de la supervivencia de la publicidad estatal y que recién, a última hora, como suele suceder cuando se hunde el barco, empiezan a saltar y a traicionar a quien no dudó en hacer lo mismo a quien se le pusiera al frente con tal de lograr sus fines (me refiero a Vizcarra). Finalmente, un Congreso atomizado, sin liderazgos y con microintereses propios de donde, estoy seguro, no vendrá vacancia alguna, fortaleciendo la posición de víctima de un Vizcarra que ha echado por la borda cualquier atisbo de honorabilidad del cargo y ha hecho al cinismo descarnado su divisa. En esta situación, además, donde nadie políticamente hablando confía en una sucesión constitucional de Acción Popular que se convertiría en juez y parte del proceso electoral, el asunto va por la implosión del régimen, porque este reviente desde adentro, ante la imposibilidad de los ministros con cierto honor de seguir en un gabinete cuyo jefe de Estado tiene sobre la cabeza una avalancha de hechos delictivos que lo persiguen y que son más que evidentes para cualquier persona de buena fe.
La implosión es necesaria para que se desintegre el régimen y de ahí, como decía Luis XIV, ya se verá lo que convenga. Los militares deben estar advertidos que lo que han hecho hasta ahora, esto es, apoyar con su presencia la situación personal del Presidente, es una infracción constitucional y que cuando este régimen que ya está en las últimas termine, ellos tendrán que responder penalmente por ello. Más les vale hacerse a un lado y dejar a los civiles arreglar los asuntos que solo a ellos les concierne.