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¿Toda escultura es realmente cultura?

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Fecha Publicación: 14/05/2023 - 22:00
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Cuando me encontraba trabajando en la elaboración de mi Diccionario sobre Relaciones Internacionales -publicado luego por la Universidad de Lima y la Academia Diplomática del Perú-, me preguntaba si la palabra escultura podía haber tenido origen en alguien que, al ver una representación plástica expuesta en algún lugar, afirmaba ante la duda de otros que lo expuesto es cultura. Nunca encontré una constatación de ello en el plano académico. Pero sí en lo que nos enseña el arte comparando objetos en el Perú con los vistos en diversas partes del mundo.

Hay cosas exhibidas en dimensiones desproporcionadas que aspiran a ser esculturas y cultura. Tal como el objeto estrambótico que puso un personaje -que es hoy alcalde de Trujillo- a la entrada de la ciudad norteña Moche. Un extranjero que vio esta figura de un falo elegido se preguntó si acaso esta representación tenía la perversa intención de poner en duda la virilidad de los mocheros. Se abría espacio a una interpretación ofensiva a los habitantes de un pueblo costero cultivado en estética y creatividad, así como amabilidad.

En contraste con esta negación del arte y burdo exhibicionismo, me fue muy grato apreciar en una casa de diplomáticos en La Haya, una bien lograda representación artística de una criatura de la selva peruana. Mostraba a un camaleón, dotado de la maravilla de cambiar de color y, como si ahí hubiera recobrado vida, reflejaba las tonalidades que el ambiente iluminaba sobre él.

La autora de esta obra artística es Ana María Westphalen, quien con elegante armonía –casi poesía- eleva nuestra naturaleza, en sus creaciones, a altos niveles de exquisitez. Evoca a la vez la importancia de la Amazonia en tiempo que la ecología concita interés mundial, y nos recuerda que nuestra selva es la región territorial más extensa de nuestro país

Recordé entonces que la escultora peruana había expuesto en el Palacio de Buesing en Alemania, como en las galerías de mayor prestigio en París. Hoy, a disposición de ser apreciada por un público más amplio, se encuentra una estatua de Ana María Westphalen en Miraflores, erigida en un parque ubicado a medio camino -a 90 gradas- de la escalera que comunica el malecón Cisneros con la playa de la Costa Verde. Ahí las formas parecen cobrar vida en una representación lúdica de una familia peruano alemana que une a un mundo. Destacan la variedad de colores y la afirmación de la cultura como relación de amistad. El mensaje trasciende porque contiene valores que son universales.

Hay entre lo que se exhibió y cuestionó en Moche, y la creación de Ana María Wesphalen, la distancia enorme que separa lo huachafo que aspira a ser folclor y lo que es en esencia cultura, que gana aceptación internacional. El Perú debe afianzar no solo una imagen, sino su prestigio internacional, para lo cual es importante considerar que son los escritores, intelectuales o artistas destacados los que -con obra concreta- deben renovar, con el mayor apoyo, su presencia.

Es de especial importancia poner énfasis en el hecho de que la política de prestigio involucra la capacidad de entenderse y asociarse con otros elementos con prestigio en diversas partes del mundo, a fin de obtener una sistemática puesta de valor de atributos propios. A esto no puede estar ajena la Cancillería como ejecutora de la política exterior en la que lo cultural cobra un valor relevante, como tampoco la iniciativa particular de diplomáticos en mostrar cultura peruana en el ambiente amigable y acogedor de sus hogares, que como extención de la patria son en definitiva también vitrinas peruanas.

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