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Toda guerra es una derrota para la humanidad

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Fecha Publicación: 23/06/2025 - 20:10
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Empiezo recordando aquello de que lo político y jurídico, sobre todo lo primero, son materia opinable, y como tal cabe discutir y rebatir, siempre con argumentos, respeto y ponderación, la posición distinta de otros.

La creación del Estado de Israel, a fines de 1947, por decisión de la Asamblea de las Naciones Unidas, estuvo desde el inicio sujeta a controversia. Ello pese a que el naciente Estado se ubicó en zonas que hacían parte del territorio que, desde fines de la Primera Guerra Mundial, era administrado por Gran Bretaña bajo el llamado “Mandato de Palestina”, otorgado por la entonces Sociedad de Naciones, y que desde el inicio tuvo por misión proteger tanto los derechos de la población árabe como judía existente en el lugar.
Tal como reconocen historiadores y analistas, la innoble persecución sufrida por los judíos en Europa desde antes y durante el siglo XX, especialmente el exterminio de millones de ellos a manos del nazismo y sus cómplices, está en la base de la significativa migración judía pos Segunda Guerra Mundial hacia el territorio administrado por Gran Bretaña, que se sumó así a la población judía local, la que —no cabe soslayarlo— aportó heroicos voluntarios a las fuerzas aliadas que lucharon contra el Eje agresor.
Es un hecho objetivo que, con laboriosidad, decisión y recursos humanos y materiales venidos prácticamente de todo el mundo, el difícil territorio asignado al Estado de Israel ha visto florecer un país que, si bien hoy tiene casi un quinto de su población en situación de pobreza, logra un PBI de casi el doble del peruano, con una población menor a un tercio.
Si los cuantiosos recursos que Israel ha tenido y tiene que destinar para defender su existencia e integridad y la de su población —de la que casi un diez por ciento es población árabe—, sumados a los que casi permanentemente han destinado y destinan gobiernos y grupos terroristas para agredirlo, se aplicaran al desarrollo y bienestar de sus pueblos, distinta sería la situación de judíos y árabes, y lejos estaría el mundo entero de un conflicto que amenaza escalar a límites de extinción.
Termino señalando que resulta por demás patético que quienes, desde una visión hostil y hasta extremista, se niegan a aceptar la existencia del Estado de Israel, busquen reivindicar territorios que, a lo largo de la historia, han sido ocupados por diversas etnias, credos y orígenes políticos. Peor aún, que lo hagan sin haber siquiera logrado procurar bienestar y progreso a la población que hoy se encuentra bajo su soberanía.

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