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Todo por ellos

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Fecha Publicación: 10/08/2025 - 20:00
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De los muchos temas de disfrute que puedo encontrar en la Residencial San Felipe hay uno que es el de mi predilección. La presencia cercana agradable entretenida de las ardillas y esa variedad de aves que pueblan los árboles de la Resi. Presencia que da un toque de gracia al conocido conjunto es la de chivillos, torcazas, palomas, picaflores, botones de oro, gorriones, y de tanto en tanto la de esos que me dicen son gavilanes costeros que llegan en pareja y tienen como su campo de acción sobre el espacio del Agora, dejándose llevar por las corrientes de aire en sus juegos. Todas las otras aves se dispersan por los jardines. En mi caso, tengo, puedo llamar la amistad, de esos cuatro chivillos, la pareja de azulitos, y de lejos, casi en condición de indeseable, cuento la de esas detestables palomas que no tienen más oficio que el de quitarles la comida a mis amigos que tienen horas de visita que cumplen casi con religiosidad. Los chivillos, a los que llamo negritos, anuncian su llegada con un trino que es diferente al que tienen cuando me ven asomar al balcón del Este para ponerles en su plato de barro ayacuchano las miguitas y algún arroz; canto diferente al que tiene un tono y forma casi de un Gloria con que me regalan después que terminaron de comer y antes de emprender vuelo. Debo estar atento para despachar a las palomas que sin gracia alguna llegan y en un par de segundos devoran todo lo que he puesto para los negritos y las luisitas, esas pequeñas que por su tono gris azulado llamo azulitas, ellas con un canto de una extrema suavidad avisan que ya llegaron. A partir de las 5 de la tarde los negritos volverán a su cobijo en el macizo de bambú en el que organizan esas animadas conversaciones con las que supongo están contándose las aventuras y riesgos de la jornada que han empezado muy temprano con una conversación similar pero mucho más rala, será que el sueño las priva de su locuacidad que en la tarde merece recibir un aplauso que podría ser hasta una ovación de pie.

Es para ellos, chivillos, luisitas, picaflores, botones de oro, gorriones y ardillas el arte y dedicación que Luis Chiang y su esposa Rina, antiguos vecinos en el edifico Los Arrayanes, ponen en esa variedad colorida de casitas, muñecos, bebederos, comederos prolijamente trabajados coloreados en los que con paciencia y ese enorme cariño diariamente ponen el alimento y agua que renuevan, chequean esté completo, dan mantenimiento de limpieza y atención que se traduce en un regalo para un público que lo busca por la gracia de las ardillas que tienen esa voluntad de sociabilizar que es el encanto de los niños que detienen su camino, acompañados de sus madres, abuelos, así se genera el enriquecimiento de la relación familiar con que también aprenden a dar atención, cuidado y aprenden que hay otro que necesita de su apoyo y puedes ser quien, como Luis y Trina con las aves, solucione su carencia.

Ellos, Luis y Rina, en el jardín de lado de Los Arrayanes han criado esa ponciana, la única en San Felipe con la copa completa y que ellos han convertido en su tema y tarea dándole ese aire de alegría con los bebederos y comederos de gracioso diseño y decoración, y con la guirnalda de pequeños foquitos que funciona de noche. En las ramas de las moreras que están en el jardín del lado de la avenida Punta del Este, están las casitas y comedero ejemplo de los que Luis ha trabajado con un ingenioso sistema de seguridad para las tapas que solamente las ardillas pueden levantar, dejando fuera de carrera a las tragonas palomas.

Luis es un fotógrafo con una larga trayectoria en que con su buen ojo y calidad ha cubierto información para prensa, institucionales, política y el especial campo del retrato y sociales; con un personal acento motivando la memoria y el reconocimiento del patrimonio urbano creó y puso en las redes Gastando zapato, un reel con el que motiva el interés del peatón por conocer su entorno urbano y los valores históricos y arquitectónicos aún en pie y recordar otros que ya sólo existen en el registro fotográfico. Al mediodía cuando Luis y Rina están bajo la copa de la ponciana en su afán de atender a los pequeños voladores y las graciosas aradillas, hay un tiempo de gran cordialidad para escuchar las anécdotas y recuerdos que ambos guardan, atender consejos y saber que son un ejemplo de empatía con su medio, con la ciudad, con los vecinos y paseantes quienes reciben su obra que tiene tanto valor por la entrega y compromiso y por esa falta de egoísmo con que viven su idea y su realizado proyecto de comunidad vecinal.

coresycalana@hotmail.com

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