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Todos los santos, día de muertos

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Fecha Publicación: 31/10/2023 - 22:25
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Octavio Paz, el gran poeta y escritor mexicano que se adentró como nadie en el alma y la psique de sus paisanos escribió un memorable ensayo, Todos los santos, día de muertos, que forma parte de su libro, El laberinto de la soledad, en el que aborda con lucidez y ternura incomparables, el amor del mexicano por las fiestas y las reuniones públicas y su relación con la muerte.

“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas”, señala Paz “El arte de la fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros y sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados”, rubrica, al tiempo que destaca una clave y acaso enigmática diferencia con otras ciudades: “ En las grandes ocasiones, en París o en Nueva York, cuando el público se congrega en plazas o estadios, es notable la ausencia de pueblo: se ven parejas y grupos, nunca una comunidad viva en donde la persona humana se disuelve y rescata simultáneamente. Pero un pobre mexicano, ¿cómo podría vivir sin esa dos o tres fiestas anuales que lo compensan de su estrechez y de su miseria? Las fiestas son nuestro único lujo; ellas substituyen, acaso con ventaja, al teatro y a las vacaciones, el week end y el cocktail party de los sajones, a las recepciones de la burguesía y al café de los mediterráneos”.

Casi igual pasa en el Perú. Todos los días de año hay alguna fiesta en algún pueblo del país, un homenaje al santo patrón cuya efigie caminó y caminó hasta quedarse en un lugar, del cual nadie podía moverlo: era su voluntad con la cual expresaba el amor y la promesa de fidelidad eterna con el poblado del cual ya no saldría nunca. Había nacido un patrono y una fiesta que pervivirá hasta el fin de los siglos.

En ocasiones, remata Octavio Paz, hay riñas, injurias, balazos, cuchilladas. También eso forma parte de la fiesta. Porque el mexicano, no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar el muro de la soledad que el resto del año lo incomunica. . “Muerte y vida, júbilo y lamento, canto y aullido se alían en nuestros festejos, no para recrearse o reconocerse, sino para entredevorarse. No hay nada más alegre que una fiesta mexicana, pero también no hay nada más triste. La noche de fiesta es también noche de duelo”, advierte el poeta conmovido por su propia realidad.
Hoy es la festividad de Todos los Santos. Los cementerios se llenan de visitantes y las tumbas de flores. Las gentes, especialmente en las poblaciones del interior y en la periferia de las grandes ciudades, bailan, comen y lloran al lado de sus amados difuntos. La letanía de la muerte se repite entre las evidencias de la muerte. Muerte que llama a la muerte en estos parajes, muchos de ellos olvidados de Dios.

Todos los santos. Todos los muertos. Pero la vida sigue con ellos o sin ellos.
Jorge.alania@gmail.com

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