Tráfico de personas: más de 120 mil desaparecidos en Perú (2018-2024)
Ningún peruano debe vivir con dolor y el duelo eterno. El dolor de saber que un hijo ha muerto es duro; pero, con el tiempo, la aceptación es algo que se forma en la cicatriz que esa pérdida deja. Pero la desaparición de un hijo, el no saber si está vivo o no, es un paralizante sentimiento que nunca sana, una mortal herida que nunca cierra y no te permite continuar con tu vida. Ningún peruano merece vivir ese martirio. Sin embargo, en los últimos siete años de migración descontrolada e ilegal, las denuncias por desapariciones se han incrementado en más de 600 %. Un país que, en el 2016, registró 2 551 peruanos desaparecidos, pasó a tener más de 17 602 en el 2018. ¿Coincidencia? No lo creo. La evidencia nos refriega la verdad en la cara.
En el mundo, el tráfico o trata de personas con fines de explotación sexual, en especial de mujeres jóvenes y niños, es el tercer negocio ilícito, esclavizante y extendido del planeta. Según el Registro Nacional de Información de Personas Desaparecidas (Reniped), cerca del 70 % de las personas desaparecidas son niñas, niños, adolescentes o mujeres. En el 2023 la situación fue similar. Solo en los primeros seis meses del año, se reportaron 8 937 desapariciones, de las que 5 341 son niñas, adolescentes o mujeres; es decir, el 60 % del total. Cuando hablamos de niños, ¿a qué edades nos referimos? Entre 12 y 17 años. Cuanto más jóvenes, mejor.
Ahora bien, es bien sabido que el país ha sido tomado por el crimen organizado, que ha llegado desde las fronteras abiertas a destruir la vida de nuestra gente. Y cuando ponemos en un mismo mapa la cantidad de denuncias por desapariciones y las regiones en las que se registra, hallamos que son las regiones en las que el crimen organizado, desarrollado en siete años de migración ilegal, ha instaurado y desarrollado la trata de personas, extorsión y sicariato: Lima, Junín, Cusco, Arequipa, Lambayeque, La Libertad, Piura, Callao, Huánuco y Ayacucho.
Los detalles del problema los conocemos; los pantalones para combatirlo, no los tenemos. Porque el Perú es un país gobernado por mafias, por delincuentes, por gente inservible que ama el dinero y no a su patria. El sexo siempre será un negocio muy rentable y sus víctimas son cada vez más jóvenes y atractivas, que vienen de niveles socioeconómicos que ocupan el 30 % de pobres en el Perú; pero son invisibles ante los mafiosos que están en el poder. El Estado peruano, la PNP, los políticos del gobierno y el Congreso protegen y encubren a los traficantes. Esa víctima disponible, esa mujer peruana traficada sexualmente en la minería ilegal, se convierte en la principal fuente de ingreso para el crimen organizado. Y tú, político corrupto que me estás leyendo, lo sabes.
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