Transición con propósito
La ciudadanía ha hablado. El cambio de Gobierno no es solo una alternancia política: es una oportunidad histórica para restaurar la confianza, reordenar prioridades y honrar el mandato popular con responsabilidad. Hoy, más que nunca, el país exige una transición impecable, transparente y orientada al bien común.
Como he señalado en distintos espacios, este momento demanda prudencia institucional, pero también claridad moral. No hay lugar para ambigüedades ni cálculos personales. La transición debe conducirse con respeto por la legalidad, pero también con sentido de urgencia frente a los desafíos que enfrentan millones de peruanos.
Desde esta tribuna, y en nombre de quienes creemos en el Perú profundo, exigimos al nuevo Gobierno tres respuestas inmediatas:
• Seguridad ciudadana: No más diagnósticos. Se requiere acción coordinada, liderazgo policial y respaldo político sin titubeos.
• Justicia: La independencia judicial debe garantizarse, acompañada de reformas que devuelvan credibilidad al sistema.
• Inversiones: El país necesita señales firmes de estabilidad, reglas claras y respeto por los compromisos asumidos. Sin confianza, no hay desarrollo.
El nuevo presidente y el Congreso de la República son responsables del futuro inmediato del país. No solo por lo que hagan, sino también por lo que omitan. La historia no perdona la indiferencia ni la improvisación. Cada decisión, cada silencio y cada gesto institucional serán observados por una ciudadanía que ya no tolera el abandono.
Las instituciones no pueden ser espectadoras pasivas. Cada gremio, cámara, universidad y medio de comunicación tiene el deber de contribuir a una atmósfera de exigencia constructiva. No se trata de confrontar, sino de elevar el estándar del debate público.
El Perú merece un Gobierno que no solo administre, sino que inspire; que no solo responda, sino que proponga; que entienda que gobernar también es educar, unir y regenerar.
La transición no es un trámite: es una prueba de carácter. Y el país está mirando. Desde esta columna seguiremos observando, proponiendo y exigiendo. Porque amar al Perú también es incomodar al poder cuando se aleja del deber.
Que esta transición sea el inicio de una nueva ética pública. El país lo merece. Y el tiempo apremia.
Por Óscar Zapata
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